El Caballo Rojas murió hace 8 años, ahora su Hija rompió su silencio
Alberto Rojas, conocido en el mundo del entretenimiento mexicano como El Caballo, es una figura que ha dejado una huella imborrable en la historia del cine y teatro mexicano. Su carrera abarcó diversas facetas, desde la pantalla grande y la comedia hasta su destacada transición al teatro político. A pesar de enfrentar muchos obstáculos, incluyendo una enfermedad que casi lo apartó de los escenarios, El Caballo continuó siendo una de las personalidades más influyentes y queridas de la cultura mexicana.
Nacido el 27 de marzo de 1944 en Monterrey, Nuevo León, Alberto creció en un ambiente familiar lleno de amor y respeto. Desde joven, mostró interés por el mundo del entretenimiento, aunque al principio hubo dudas sobre su futuro en este ámbito. Fue su abuela quien, con una frase sencilla pero motivadora, lo alentó a seguir sus sueños: “si vas a ser barrendero, sé el mejor barrendero.” Esta filosofía lo acompañó durante toda su carrera, lo que le permitió enfrentar los altibajos de la vida artística con una gran determinación.
A principios de los años 60, Alberto se mudó a la Ciudad de México para empezar desde cero en la industria del entretenimiento. Su primera incursión en el cine fue en 1969, con un pequeño papel en la película Santo en el tesoro de Drácula, dirigida por René Cardona. A partir de ahí, su carrera despegó rápidamente. Al poco tiempo, Rojas se unió al elenco de la comedia Almodada para tres, protagonizada por Sasha Montenegro, y un año después participó en Muñecas de medianoche, un largometraje estelarizado por Jorge Rivero e Isela Vega.
A lo largo de los años 70, Alberto Rojas se consolidó como un ícono del cine de comedia erótica, un género muy popular en esa época en el cine mexicano. Durante este período, conocido por la producción de películas de bajo presupuesto y de guiones sencillos, El Caballo destacó por su participación en cintas como La pulquería dos, Las perfumadas piernas cruzadas y Esta noche cen Pancho y un macho en el reformatorio de señoritas. Aunque muchas de estas películas fueron objeto de críticas por su calidad cuestionable, El Caballo siempre defendió el cine de su época, señalando que estas producciones ayudaron a mantener viva la industria en tiempos difíciles.
Además de su trabajo en el cine, Alberto Rojas también se adentró en el mundo del teatro, donde se destacó por su capacidad para mezclar comedia con crítica política. Durante su carrera en los cabarets y centros nocturnos de la Ciudad de México, El Caballo se ganó el título de “rey de la comedia política”, ya que sus actuaciones no solo provocaban carcajadas, sino que también ofrecían una sátira de la situación política del país. En obras como Elva Ester no era guerrera, era ratera, en la que se satirizaba a Elba Esther Gordillo, Alberto utilizaba su talento para incomodar a figuras del poder, exponiendo la corrupción y la traición en la política mexicana.
En 1982, Alberto dio el salto a la dirección cinematográfica con Un macho y sus puchachas, dando inicio a una serie de películas que lo consolidaron como un creador multifacético. A lo largo de los años 80 y principios de los 90, El Caballo continuó dirigiendo y participando en comedias de gran popularidad, pero a finales de esa década su participación en el cine disminuyó, concentrándose más en su carrera teatral. En esta etapa, prefirió mantenerse alejado de las telenovelas y programas televisivos, optando por el contacto directo con el público a través de sus presentaciones en vivo.
Una de sus obras más emblemáticas fue Papito querido, una comedia que mantuvo su popularidad durante años y que incluso fue adaptada al cine en 1991. En esta obra, El Caballo interpretaba a un padre que se disfrazaba de madre para impresionar a los padres de la novia de su hijo. A pesar de las críticas que la industria del cine mexicano enfrentaba en esos años, Alberto Rojas supo encontrar su camino en el teatro, donde su estilo extrovertido y su habilidad para combinar humor con crítica social lo convirtieron en una de las personalidades más queridas y respetadas.
Fuera de los escenarios, el carácter de Alberto era muy diferente al de su personaje público. Conocido por su vida privada reservada, El Caballo fue un hombre celoso de su intimidad, que prefería mantener sus detalles personales alejados del ojo público. En cuanto a su vida amorosa, estuvo casado durante 42 años con la actriz Lucero Reynoso, con quien tuvo tres hijos. Su relación fue una historia de amor a primera vista y se basó en la confianza y el respeto mutuo, lo que les permitió superar las adversidades juntos.
El legado de Alberto Rojas, El Caballo, perdura tanto en el cine como en el teatro mexicano. Su capacidad para hacer reír mientras transmitía mensajes profundos sobre la sociedad y la política lo convirtió en una figura inconfundible, y a pesar de los cambios en la industria, siempre se mantuvo fiel a su estilo único. Su muerte en 2016 a los 72 años dejó un vacío en el mundo del espectáculo mexicano, pero su influencia continúa viva en la memoria de quienes lo admiraron.
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