Ramón Ayala, conocido como “El Rey del Acordeón,” es una figura icónica de la música norteña que ha marcado un legado impresionante en la historia de la música mexicana y regional. Su historia comienza en Monterrey, México, donde, desde muy joven, desarrolló una profunda pasión por la música. A los siete años, comenzó a tocar el acordeón, un regalo de su padre, Don Ramón Cobarrubias. Desde ese momento, la música se convirtió en su escape y en su esperanza para un futuro diferente.

La vida no fue fácil para Ramón. Creció en un ambiente marcado por la pobreza y las carencias. Su familia se dividió cuando su padre se fue a Texas en busca de trabajo, y su madre quedó a cargo de los hijos en condiciones difíciles. A pesar de todo, Ramón no dejó que las circunstancias le arrebataran su sueño. Trabajó como limpiabotas y fue en un bar llamado “El Cadillac” donde su destino cambió. Allí, presenció la actuación de los músicos Cornelio Reina y Juan Peña, quienes, impresionados por su talento, le permitieron tocar el acordeón. Ese día, su vida cambió para siempre.

A medida que avanzaba en su carrera, Ramón Ayala se enfrentó a varios obstáculos. Uno de los más significativos fue el requisito de edad mínima para unirse al sindicato de músicos. Sin embargo, gracias al apoyo de sus compañeros, consiguió una excepción y comenzó a tocar profesionalmente. Fue en ese momento cuando comenzó a formar su primer grupo, “Los Relámpagos del Norte,” junto a Cornelio Reina. Este dúo revolucionó la música norteña, llevando sus melodías a cantinas, teatros y radio. Las canciones de los Relámpagos hablaban de amor, desamor y las dificultades de la vida, conectando profundamente con el pueblo.

El éxito llegó rápidamente, pero también trajo consigo sacrificios. Aunque su música cruzaba fronteras y alcanzaba gran popularidad, la vida en la carretera no era fácil. Los sacrificios personales fueron muchos, y la relación con Cornelio Reina comenzó a enfrentar tensiones debido a los problemas personales de este último. En 1971, los Relámpagos del Norte se disolvieron, lo que marcó una etapa difícil en la vida de Ramón.

Sin embargo, Ramón Ayala no se detuvo. Formó un nuevo grupo, “Los Bravos del Norte,” y con él continuó su legado en la música norteña. A pesar de la salida de su primer vocalista, Eliseo Robles, Ramón logró encontrar un nuevo talento en Juan Antonio Coronado, quien aportó una nueva frescura al grupo. Los Bravos del Norte continuaron cosechando éxitos y consolidándose como una de las agrupaciones más importantes del género.

A lo largo de su carrera, Ramón Ayala nunca olvidó sus raíces. Además de su música, dedicó tiempo a actividades comunitarias, organizando eventos benéficos en su comunidad. La fama no lo cambió; su generosidad y humildad lo convirtieron en una figura respetada no solo por su música, sino también por su compromiso con los demás.

A lo largo de su carrera, Ramón Ayala ha dejado un legado musical que sigue siendo relevante hoy en día, y su historia es la de un hombre que desafió la pobreza y el destino con su talento, perseverancia y amor por la música.