La Oscura Verdad Detrás de los Bastidores: Cómo Televisa Manipuló el Fútbol Mexicano

NEGOCIO, CORRUPCIÓN Y MANIPULACIÓN De TELEVISA Y Su SELECCIÓN | Los  Expulsados - YouTube

En el corazón del fútbol mexicano late un secreto que pocos se atreven a revelar: la profunda y sistemática manipulación ejercida por Televisa durante décadas. Un entramado de poder que transformó lo que debería ser un deporte sagrado en un mero negocio televisivo, donde los intereses económicos superaron cualquier pasión por el juego.

La historia comienza en los años 90, cuando Televisa no solo era un medio de comunicación, sino un verdadero arquitecto del destino futbolístico nacional. La cadena televisiva no solo transmitía los partidos, los construía, los diseñaba y los manipulaba desde las sombras. Los directivos de la empresa se convirtieron en los verdaderos entrenadores, más allá de los técnicos que aparecían en la cancha.

Los mecanismos de control eran sutiles pero efectivos. Desde la selección de jugadores hasta la decisión de qué equipos ascendían o descendían, Televisa tejía una red invisible que determinaba el panorama futbolístico mexicano. Los clubes se convirtieron en fichas de un tablero mediático donde el rating era más importante que los goles, y el espectáculo superaba cualquier mérito deportivo.

El día que Televisa 'echó' a la selección mexicana del Estadio Azteca-  Grupo Milenio

La Selección Nacional no escapó de esta realidad. Jugadores que no necesariamente eran los mejores, sino los más mediáticos, comenzaron a ser convocados. Las decisiones técnicas se mezclaban con estrategias de marketing, creando una imagen de selección más cercana al entretenimiento que al deporte de alto rendimiento.

Los contratos millonarios, los acuerdos entre bambalinas y las negociaciones que jamás verían la luz pública se convirtieron en la verdadera estrategia futbolística. Los aficionados, passion by passion, eran simple carne de rating, consumidores de un espectáculo prefabricado donde la autenticidad deportiva brillaba por su ausencia.

Esta manipulación no solo afectó el desarrollo del fútbol mexicano, sino que lastimó profundamente la credibilidad de un deporte que significa tanto para millones de mexicanos. La pasión se convirtió en un producto, los jugadores en mercancía y el estadio en un set televisivo.

Hoy, aunque el panorama ha comenzado a cambiar, las cicatrices de aquella manipulación permanecen. Las nuevas generaciones de aficionados y jugadores exigen transparencia, justicia deportiva y el rescate de la esencia de un juego que va más allá de los intereses corporativos.

La lección es clara: el fútbol mexicano necesita recuperar su alma, desprenderse de las cadenas mediáticas y volver a ser lo que siempre debió ser: un deporte de pasión, talento y legítima competencia.