¡Un Profesor, Una Empresaria y un Secreto que Asusta a la Nación!

El frío de la celda calaba hasta los huesos, pero no era eso lo que hacía temblar las manos arrugadas de Germán Aldana. A sus 85 años, después de una vida dedicada a la docencia y a criar a su única nieta, jamás imaginó que sus últimos momentos los pasaría en el corredor de la muerte. El reloj de la pared marcaba las 11:43 de la noche, y en menos de 24 horas sería conducido a la Silla Eléctrica por un crimen que no cometió. “Señor Aldana”, susurró María, la joven guardia que siempre le traía un té caliente a escondidas, “Por qué no dice la verdad? Todos dicen que usted es inocente”. Germán levantó la mirada, sus ojos, aunque cansados, mantenían una chispa de determinación que contrastaba con su frágil figura. “A veces, María, el silencio protege más vidas que la verdad”, respondió con voz quebrada mientras sus dedos acariciaban la única fotografía que le permitieron conservar: la de su nieta Elena en su graduación de periodismo.

¡Un Asesinato que Destapa un Pasado Oscuro!

Un sonido de pasos pesados interrumpió la conversación. El Alcaide Thompson, un hombre robusto de rostro severo, se detuvo frente a la celda. “Tiene visita, Aldana. Su nieta está aquí”. Elena apareció detrás del alcaide, con los ojos enrojecidos y carpetas repletas de documentos bajo el brazo. “Abuelo, encontré algo. Podemos detener esto”, susurró con urgencia. Germán se levantó lentamente, apoyándose en la pared. “Mi niña”, comenzó a decir, pero un ataque de tos lo interrumpió. Elena notó con horror que su abuelo había envejecido décadas en los tres meses que llevaba encarcelado. “El juez Montero está involucrado, abuelo. Hay pruebas de que el juicio fue manipulado. Sólo necesito que me digas qué pasó realmente con María Victoria Urrutia. Por qué te culpan de su muerte? Por qué te niegas a defenderte?” La mirada de Germán se perdió en algún punto lejano mientras el eco de gritos antiguos resonaba en su memoria. 40 años de secretos pesaban sobre sus hombros. “Hay verdades que matan, y mentiras que salvan vidas”, dijo Helena finalmente. “Se acabó el tiempo”, interrumpió el alcaide mientras Helena era escoltada fuera. Germán se hundió en su catre, sabiendo que su silencio podría costarle la vida, pero que su palabra podría desatar una tragedia aún mayor. En menos de 24 horas tendría que tomar la decisión más difícil de su vida: morir con sus secretos, o hablar y condenar a docenas de inocentes.

Un Pasado Turbulento sale a la Luz

Tres meses antes, el jardín de Germán florecía con las primeras rosas de la temporada. Elena lo observaba desde la ventana de la cocina mientras preparaba el té de la tarde. De repente, la transmisión del noticiero se interrumpió con un boletín especial: “Última Hora: Encuentran muerta a María Victoria Urrutia, prominente empresaria”. La taza de Germán se estrelló contra el suelo, sobresaltando a Elena. Nunca había visto tal expresión de terror en el rostro de su abuelo. “Abuelo, qué sucede?”, preguntó Elena, pero antes de que él pudiera responder, un estruendo sacudió la casa. La puerta principal se abrió de golpe y un grupo de policías armados irrumpió en la cocina. “Germán Aldana queda detenido por el asesinato de María Victoria Urrutia”, gritó un oficial. “No pueden hacer esto! Es un anciano!”, gritó Elena mientras los oficiales empujaban a su abuelo contra la pared. “Elena, escúchame”, dijo Germán con una calma sorprendente mientras lo esposaban. “Pase lo que pase, no busques en el pasado. Hay heridas que es mejor no reabrir”.