Pepe Aguilar pierde el control y retiene a Cazzu tras un conflicto inesperado. ¡Esto se está saliendo de las manos! Pepe Aguilar, con toda la audacia del mundo, se atrevió a entrar directamente en la casa de Cazzu, acompañado de sus guardaespaldas, y la ha secuestrado. ¡Esto es un total escándalo, algo que jamás imaginamos ver! Si realmente quieres apoyar a Cazzu y ayudarla a salvarse de estos mafiosos, dale “me gusta” ahora mismo y comparte este video. ¡Esto tiene que saberse, es hora de que todos sepamos la verdad!

El aire en la casa se volvía más denso con cada segundo que pasaba. El sonido de los pasos de Pepe Aguilar resonaba en la sala, interrumpido solo por el murmullo de los pensamientos de Ángela. Había algo en la forma en que su padre caminaba, con esa determinación implacable, que le decía que no había vuelta atrás. Estaba claro que ya había tomado una decisión, y ahora era su turno de decidir cómo iba a enfrentarlo. La furia en los ojos de Pepe no era algo que pudiera ignorar, y a pesar de que Ángela sentía un nudo en el estómago, también comprendía que lo que estaban a punto de hacer era lo único que podía ponerle fin a esta pesadilla.

Pepe se detuvo frente a la ventana, mirando al exterior sin realmente ver nada. La luz anaranjada del atardecer iluminaba su rostro de una manera inquietante. Finalmente, después de unos largos segundos de silencio, se giró lentamente hacia su hija y las palabras que salieron de su boca fueron tan claras como una sentencia de muerte. “Lo mejor es que la secuestremos”. Su voz era baja, pero cargada de un veneno controlado que hacía que cualquier duda en la mente de Ángela se desvaneciera al instante.

Ángela lo miró con incredulidad. No era la primera vez que su padre tomaba decisiones drásticas, pero algo en esta propuesta la dejó sin palabras. Era tan definitivo. Nunca antes había oído a su padre hablar de manera tan directa, tan firme, y lo peor de todo, algo en su interior le decía que Pepe tenía razón. Cazzu estaba jugando con fuego, y si no se tomaba una acción tajante, todo lo que su familia había construido correría el riesgo de desmoronarse.

“¿Secuestrarla?”, preguntó Ángela, sin poder ocultar la sorpresa en su tono.

Si eres una mujer valiosa y poderosa, dale “like” y suscríbete a este canal para estar enterada de todo lo que pase. Ángela nunca imaginó que Pepe fuera tan lejos, pero al mismo tiempo, la idea comenzó a formarse en su mente, como un destello de luz en medio de la oscuridad. Sabía que no había vuelta atrás. Si su padre proponía esto, era porque pensaba que no quedaba otra opción.

Pepe la miró fijamente, sin apartar la vista, como si estuviera evaluando su reacción. Un brillo de furia y determinación reflejaba en sus ojos y, sin titubear, añadió: “Sí, secuestrarla. Y no es solo por el escándalo, es por la forma en que está arrastrando a Cristian y por la amenaza que representa para nuestra familia. Necesita aprender que meterse con los Aguilar tiene consecuencias, y las consecuencias no son negociables.”

Ángela tragó saliva, sentía cómo el miedo y la adrenalina se mezclaban en su pecho. Por un momento, se sintió fuera de lugar, pero luego recordó todo lo que había perdido, todas las veces que su familia había sido vulnerada. Cristian no estaba dispuesto a escuchar, y con su actitud despectiva, poco estaba claro que ya no quedaba espacio para la diplomacia. Si querían que todo esto terminara, tendrían que tomar las riendas de la situación.

“Pero papá, ¿cómo lo vamos a hacer?”, preguntó Ángela, su voz más seria. La ansiedad ya no la paralizaba, pero la incertidumbre de dar el siguiente paso le provocaba un mal sabor en la boca.

Pepe sonrió con frialdad, como si ya hubiera visualizado cada detalle del plan en su mente. Dio un paso hacia ella, acercándose lo suficiente para que pudiera ver la determinación en su rostro. “Vamos a ir a su casa, asegurarnos de que esté sola. Sabemos dónde vive y sé cómo moverme para conseguir información precisa sobre sus horarios. Iremos con pistolas. Es la única forma de asegurarnos de que se quede quieta, de que no intente hacer nada estúpido. No va a haber espacio para que se escape. La pistola es solo una herramienta para meter miedo, para que sepa que esto es serio.”

Ángela frunció el ceño, y por un momento, pensó que iba a retroceder, pero la mirada de Pepe era implacable. La realidad era que, de alguna manera, ella ya estaba involucrada. Ya no había marcha atrás. Sin embargo, la mención de las pistolas la inquietaba. No era que temiera usar la violencia, sino que sabía que algo así podría salir de control.

“Pistolas, papá… ¿eso no es un poco peligroso?”, preguntó, con el ceño fruncido, mirando a su padre directamente a los ojos. La idea de ir armados le parecía extrema, pero también entendía la lógica detrás de la amenaza. Sin embargo, no dejaba de preocuparse por las posibles consecuencias.

Pepe respiró hondo, sin mostrar ningún signo de debilidad. Se acercó aún más y su tono cambió a uno más grave, más profundo, como si estuviera hablándole de un tema demasiado importante para discutirlo con dudas. “Hija, si no presionamos, no podremos secuestrar a Cazzu. La pistola es para meter miedo, para que sepa que no estamos jugando. Si no somos directos, si no la hacemos sentir que esto es serio, simplemente no lo conseguiremos. ¿Entiendes? No quiero usar la pistola. No es para hacerle daño. Es solo para darle el mensaje claro de que no estamos jugando. Es la única forma en que la vamos a controlar. La pistola no será la protagonista, pero es lo que necesitamos para que se detenga.”

Ángela sintió un escalofrío, pero algo dentro de ella se endureció. Era cierto que las palabras por sí solas no serían suficientes. Cazzu no iba a reaccionar si no sentía una amenaza real.