…mantener la compostura. Su mente corría a mil por hora, intentando procesar lo que acababa de descubrir. Las mismas palabras, el mismo gesto, todo indicaba que Cristian había reciclado el momento especial que ella creía único. El dolor se entrelazaba con la furia, haciéndola sentir traicionada en lo más profundo de su ser.

Sin poder contenerse más, salió del baño con pasos decididos, su corazón martillando en su pecho. La música y las risas de la fiesta parecían lejanas, como si estuviera en una burbuja, aislada de todo lo que la rodeaba. Ángela caminó entre los invitados, buscando con la mirada a Cristian, quien seguía conversando animadamente con algunos amigos.

Cuando finalmente lo encontró, no lo pensó dos veces. Se acercó con rapidez, su rostro lleno de emociones contenidas. Cristian la miró sorprendido al verla acercarse tan bruscamente. Antes de que pudiera decir algo, Ángela, sin una palabra, levantó la mano y le dio una bofetada que resonó en todo el salón.

La música se detuvo de golpe. Todos los presentes se quedaron en silencio, observando la escena con asombro. Cristian la miró con incredulidad, llevándose la mano a la mejilla, completamente desconcertado. Los ojos de Ángela, llenos de lágrimas, lo miraban fijamente, sin decir nada. Pero no hacía falta; el mensaje estaba claro.

Sin decir una palabra, Ángela se dio la vuelta y salió de la fiesta, dejando atrás el escenario, las rosas rojas, y los murmullos sorprendidos de los invitados. Esa noche, lo que debía haber sido una celebración inolvidable, se había convertido en un recuerdo amargo que nunca olvidaría.