Maricruz Olivier, nacida María de la Cruz Olivier Oberg el 19 de septiembre de 1934 en Tehuacán, Puebla, fue una actriz que dejó una huella imborrable en la historia del cine y la televisión mexicana. Su belleza y talento la hicieron destacar en el panorama artístico, pero su vida estuvo marcada por complejidades que, a menudo, la conectaron con los personajes que interpretaba. A través de sus actuaciones, Maricruz logró capturar las emociones de audiencias de toda Latinoamérica, pero detrás de su éxito y glamour, se escondían luchas personales que terminaron por definir su trágica historia.

Hija de un padre francés y una madre estadounidense, Maricruz creció en un entorno culturalmente rico que influyó profundamente en su desarrollo artístico. Desde joven, mostró una gran inclinación hacia las artes, especialmente hacia la literatura y el teatro, campos en los que sus padres la incentivaron a desarrollarse. Su infancia en Tehuacán estuvo marcada por la influencia de las tradiciones mexicanas, lo que la preparó para una carrera que la llevaría a ser una figura representativa de la cultura mexicana.

Tras mudarse a la Ciudad de México, Maricruz inició estudios de filosofía y literatura en la universidad, pero pronto se dio cuenta de que su verdadera pasión era la actuación. Fue descubierta por el maestro Fernando Wagner en el teatro universitario, lo que marcó el comienzo de su carrera. Se inscribió en la prestigiosa academia Andrés Soler, donde su talento y carisma comenzaron a destacar rápidamente. A los 18 años, debutó en la pantalla grande con un papel menor en la comedia ranchera Esos de Pénjamo (1953), y poco después, se convirtió en modelo de anuncios televisivos.

Los entresijos de la coronación de Maricruz Olivier (1935-1984) como reina  del cine nacional. (I) - EstamosAquí MX

El gran salto en su carrera llegó en 1959, cuando fue elegida para protagonizar la telenovela Teresa, una historia escrita por Mimí Bechelani. En este melodrama, interpretó a una joven ambiciosa, manipuladora y dispuesta a todo para ascender socialmente, características que, irónicamente, también reflejaban parte de su propia personalidad. Teresa no solo la consolidó como una estrella de la televisión mexicana, sino que la convirtió en un ícono cultural, especialmente al realizarse una versión cinematográfica en 1961.

A partir de entonces, Maricruz Olivier se convirtió en una de las actrices más solicitadas, tanto en cine como en televisión. Participó en varios melodramas como La sembradora (1965), Estafa de amor (1968), y La sonrisa del lobo (1970), donde interpretó papeles complejos y a menudo ambiguos, capaces de cautivar y desconcertar al público. Su versatilidad y habilidad para encarnar tanto heroínas como villanas la hicieron destacar en la industria. En 1978, rompió normas sociales al ser la primera actriz en realizar escenas de sexo simulado en la televisión mexicana, en la telenovela Viviana.

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En el cine, Maricruz también dejó una marca indeleble, participando en películas icónicas como Hasta el viento tiene miedo (1967), una obra de culto del cine de terror mexicano, y Tres mujeres en la hoguera (1979), donde interpretó a una mujer lesbiana, un papel que reflejaba una realidad oculta en su vida. Aunque muchos aclamaron su valentía al abordar roles tan provocadores, Maricruz mantenía en privado su orientación sexual, especialmente en un México de los años 50 y 60 donde ser abiertamente homosexual era aún más complicado.

Sin embargo, la vida personal de Maricruz Olivier estuvo lejos de ser tan glamorosa como su carrera profesional. Aquellos cercanos a ella describieron una mujer ambiciosa y manipuladora, dispuesta a utilizar sus relaciones para avanzar en su carrera. Su vida amorosa fue un tema de especulación constante, especialmente su relación con la actriz Beatriz Sheridan, que nunca fue confirmada públicamente pero generó rumores y escándalos en la industria. En una ocasión, Maricruz fue arrestada durante una redada en una fiesta lésbica, un incidente que añadió una capa de complejidad y dolor a su ya conflictiva relación con los medios.

A pesar de sus logros y su estatus como una de las grandes estrellas de la televisión mexicana, la vida de Maricruz Olivier terminó de forma trágica, marcada por la soledad y la desesperación. Su lucha interna con su identidad sexual, junto con las presiones de la fama, la llevaron a una vida de sombras y conflictos. En muchos aspectos, la historia de Maricruz Olivier refleja las luchas emocionales y sociales que muchas figuras públicas enfrentan cuando la realidad detrás del brillo de la fama se convierte en un peso insostenible.