Ni María Pombo ni Dulceida cuentan con la astronómica cifra de seguidores de la que goza Dolores Aveiro.

Casi tres millones y medio de personas reciben a diario feedback redero de la madre de Cristiano Ronaldo. Muchas de ellas, probablemente, porque son tan forofas de su hijo que no les es suficiente con lo que comparte él: necesitan saber también en qué anda su entorno.

Sin embargo, algunos de ellos seguro que habrán sido hipnotizados por lo kitsch de un feed de Instagram en el que ha recibido más críticas de la cuenta en las últimas 24 horas.

Si nos fijamos bien en sus publicaciones más recientes, poco tienen que ver las que compartió el pasado 8 de febrero con el resto. En ellas, como si de una influencer se tratase, la suegra de Georgina Rodríguez nos cuela en un “día de arreglar el pelo y las uñas” en la que para ella es “la mejor peluquería”, un centro ubicado en Funchal, Portugal, del que es propietaria su amiga Fátima y en el que se ha puesto en manos de Max Moraes.

Junto a ellos, con una melena mucho más lisa e hidratada de lo habitual a la que ha incorporado unas luminosas mechas rubias, ha posado una Dolores Aveiro a la que, en opinión de muchos usuarios, es difícil reconocer en un primer vistazo. ¿Se ha sometido la de Madeira a un “gran tratamiento de rejuvenecimiento”, como plantean algunos? ¿Es todo fruto de un exceso de “filtros”, como dicen otros?