Antes de las idas y vueltas del Diez con O Rei, existió un encuentro cumbre propiciado por El Gráfico: Diego Maradona viajó a Brasil a conocer a Pelé. La crónica y las imágenes de un momento histórico para el fútbol universal.

Las manos unidas son el resumen de todo.

 

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Pelé ha dejado la guitarra y en este momento le está dando consejos a Diego. Ambos se toman de las manos. Temblorosas y emocionadas las de Diego; serenas y apacibles las de Pelé. Veo los ojos de Don Maradona que asienten y lloran mientras el rey se despoja de su corona de dólares y se muestra tan humilde y sincero como pocas veces puede parecer.

¿Cuánto hará que este hombre no le puede sacar una propina al día para reír, cantar, relajarse, hablar de lo que se le dé la gana? Siempre viajes (dentro de una hora tomará un avión para Santos), siempre firma de documentos comerciales, audiencias por divorcio, compras, ventas, films, grabaciones, reportajes, ir, venir; nunca estar.

Por eso este amigo moreno que lo observa atónito asegurará después que nunca lo vio así, tan abierto y espontáneo, tan dado y contento, tan Edson Arantes do Nascimento como sabrá Dios cuántos años luz hará…Por eso esas manos unidas son el resumen de todo. Pelé habla con su voz semirronca de todas las mañanas y se olvida del presente para darle consejos a Diego. Y Diego no cree todavía que de verdad está ahí codo a codo como lo soñó toda su vida y como lo va a soñar después cuando prefiera quedarse solo en el Copacabana Palace para dormir la siesta.

¡Cuántas noches frías en Villa Fiorito habrás pasado metiendo paredes imaginarias con el Negro! ¡Cuántas veces habrás despertado de golpe y te habrás pegado un bife en la cara para decirte a vos mismo: “¿Pero qué cornos estoy soñando sí nunca voy a estar ni a cien metros de distancia para pedirle un autógrafo?”. Ahora, Diego, tenés esa pelota y esa camiseta de la selección brasileña que Pelé te firmó hace cinco minutos. Y tenés una medalla con cadena que guardarás toda tu vida como un trofeo de guerra. Y le llevarás a Lato o a Hugo, tus dos hermanos menores, el reloj que Pelé te va a dar en el transcurso de esta charla.

Pero más allá de todo están esas manos unidas a las que habrá que volver sí es que se quiere descubrir la raíz. Pelé hablándole como si fuera el padre, Pelé hablándole y viendo en él a su hermano Foca, a quien en Santos quisieron transformar en otro Pelé pero no pudieron porque Foca se negó diciendo: “Pelé hay uno sólo”.

Pelé viendo en Diego a su hijo Edinho, que ahora está lejos por esos avatares de la otra vida, la que está siendo relegada y empujada por esta resurrección abrupta que se produjo cuando cruzaron las miradas y se dieron un abrazo en silencio. Pelé pensando en Pelé a los dieciocho años…

—Pero qué sacrificio haber viajado después de jugar el domingo para venir a verme. Te hubieras quedado allí, que no valía la pena.

 

Imagen Pelé:"¿Así que hiciste un gol con la mano?" (por un gol que Diego le convirtió a Newell´s); "No te preocupes, ese es problema de los árbitros".
Pelé:”¿Así que hiciste un gol con la mano?” (por un gol que Diego le convirtió a Newell´s); “No te preocupes, ese es problema de los árbitros”.

Pelé igualmente siente orgullo y reconocimiento. Y Diego apenas si alcanza a balbucear, dejando al descubierto toda la candidez de sus dieciocho años. .

—Por favor, qué va a ser un sacrificio, no, no. Hacía muchísimo tiempo que quería conocerlo. . .

Cuando se jugó el Campeonato Sudamericano Juvenil en Uruguay, Diego había confesado sus deseos de conocer a Pelé. Ahora no sólo lo conoce. Está hablando con él y, para tratar de sacarlo de su asombro, Pelé le dice palmeándolo…

—Pero no era para venir, somos todos iguales.

Y sigue con sus consejos entremezclando una risa, una mirada complacida para quienes estamos en ese decimosegundo piso de la avenida Atlántica 1782, del borde de las playas de Copacabana, en Río.

—Me da rabia tener que irme. Como no creía que ibas a venir hasta aquí después del juego de ayer, arreglé con mi abogado Samir para ir a Santos por unos papeles de impuestos y réditos, ¿entiendes? Y ahora quisiera quedarme a almorzar con ustedes. Dime, ¿y cómo anda tu equipo, eh?

—Vamos primeros, estamos haciendo buena campaña. Nos dirige Delem; le manda muchos saludos.

— ¡Ah, sí, Delem…! Muy buena persona. ¿Así que van primeros?. . .

(Pelé, ¿estarás recordando aquellos tiempos del Santos cuando aún eras un garoto ilusionado y ni tenías idea sobre esta inmensidad edilicia que hoy te rodea? ¿Por qué te has quedado callado?)

Sí, Pelé. Ayer le ganamos a Huracán 3-1, hicimos lindos goles y la hinchada nos está siguiendo a todos lados.

—Qué bien, Diego. Mira, Maradona no va a tener que venir más a Río a verlo a Pelé. Yo te prometo que si tu equipo Argentinos llega a las finales del campeonato en Buenos Aires, yo me voy a la Argentina a verte, ¿eh? Estaba preocupado ayer porque si venías no iba a poder atenderte como yo hubiera querido hacerlo. Ni siquiera tengo para darte un recuerdo. . . Pero esperame un momento que ya vuelvo. . .
No manda a nadie, como se supone hubiera sido lógico para su status. Un detalle que ratifica su transformación. Baja por la escalera y dentro de un par de minutos estará de vuelta. Por ahí anda el dueño de casa en el balcón con toda la vista al río. Se llama Alfredo Saad. Es un hombre de negocios brasileño que también suele tener entre sus huéspedes a los príncipes Kahled, de Arabia Saudita, viejos amigos suyos con quienes convino la incorporación de Rivelino al fútbol árabe.

Preparó una cama para cuando Pelé está en Río valuada en un millón de cruzeiros (unos 30.000 dólares). Hizo construir un helipuerto para facilitar el acceso rápido desde cualquier sitio: desde allí arriba va y viene Pelé cuantas veces sea necesario. En el edificio Chopin (aquí estamos) vivieron tres presidentes de Brasil: Cáfe Filho, Joao Goulart y Juscelino Kubístchek. En la portería hay una guardia especial que impide el acceso a todo aquel que no esté debidamente autorizado a ingresar. Este hombre conversa con los Maradona y les da casi una orden.  —Ustedes ya saben. Cuando quieran venir a Río me llaman y se quedan aquí en mí casa. Serán mis invitados de honor.

Imagen Maradona jugando en Argentinos - Huracán. Dos horas después estaba volando hacia Rio para conocer a Pelé.
Maradona jugando en Argentinos – Huracán. Dos horas después estaba volando hacia Rio para conocer a Pelé.

Seguramente pondrá a disposición uno de sus tres Rolls Royces, su lancha de cuarenta y seis pies o el Cadillac blanco que ahora está en la puerta del edificio. Y si Diego quiere entrenar, también tendrá la posibilidad de utilizar las barras, bicicleta mecánica, colchonetas y demás implementos que ahora descansan en una habitación. Este es el hogar de Pelé en Río. Este es el lugar al que Diego Armando Maradona, junto a su padre y su amigo y representante Jorge Cyterszpiler, pudieron llegar junto a EL GRÁFICO después de duros días de gestiones, sacrificio y anécdotas que se pueden ir recordando mientras Pelé busca afanoso un par de presentes para regalarle a Diego.

El operativo comenzó a fines de enero en las playas de Atlántida, Uruguay. La confesión de Diego sirvió como puntapié inicial: “Me muero de ganas por conocerlo a Pelé”.

De allí en más se inició una serie de gestiones —el mayor impedimento era la falta de tiempo de Pelé— que se prolongaron en Nueva York, Santos y Río, y que culminaron con este encuentro afectuoso y sincero.

El lunes 2 EL GRAFICO se comunica con Diego y le da la buena nueva. Podemos verlo a Pelé el viernes por la mañana. Pero Maradona es consciente de que la Selección Nacional está por encima de cualquier deseo personal y prefiere quedarse a entrenar en San Isidro. El sábado un télex de nuestro hombre en Río notifica que Pelé puede recibir a Diego el lunes por la mañana. Quedaba una valla aparentemente insalvable: conseguir embarcar con Diego, su padre y su representante en el vuelo 664 de British Caledonian el domingo a las 19.30, tarea poco probable ya que Argentinos Juniors terminaba de jugar con Huracán a las 17,45 y había que estar en Ezeiza a las 18.30. Desde las 15, dos remises estaban preparados en la puerta del estadio para dingirse a Emita en el momento indicado.

Imagen Junto a Rubén Paz en el Sudamericano Sub20 en Uruguay, donde se empezó a gestar este encuentro.
Junto a Rubén Paz en el Sudamericano Sub20 en Uruguay, donde se empezó a gestar este encuentro.

Quedaban mientras tanto las anécdotas del caso. Por ejemplo, ver el rostro del brasileño Delem, director técnico de Argentinos Juniors, cuando Maradona le comento antes del partido:

—Maestro, me voy a Brasil.

— ¿A Brasil?

—Si, a Rio.

— ¿A Rio? ¿Y a qué?

—Sí, a Rio, me espera Pelé.

—¡¡¿¿Pelé??!!

Cuentan que las respuestas de Diego lo dejaron mareado.

Algo parecido ocurrió cuando finalizó el partido y EL GRAFICO ya estaba en la puerta del vestuario para asegurar la efectividad del operativo y poder salir con el jugador lo antes posible. El presidente del club. Próspero Consoli, enterado del viaje por terceros, trató de hacer valer su autoridad:

—Diego, ¿adónde te vas tan apurado?

 —A Brasil.

— ¿Y quién te dio permiso, eh?

—Ah, momentito. ¿Eh? Que yo desde este momento no pertenezco más a Argentinos Juniors. Desde este momento pertenezco a la Selección, y como el martes pienso ir a entrenar y a concentrar a José C. Paz no me hago problemas.

El secreto sobre el todavía posible y o remoto encuentro del dúo siguiente en Rio no pudo ser mantenido —pese a que él hubiera querido hacerlo— por Maradona. Íntimamente se lo contó a su compañero de pieza y marcador de punta de Argentinos, Carlos Antonio Carrizo:

—Hermano, me voy a verlo a Pelé.

— ¿Y cuándo? ¡Si el martes tenés que estar acá!

—Me voy ni bien termine el partido.

— ¿Tanto sacrificio para ver a un tipo que no sabía jugar al fútbol?

También le confió el secreto a Pellerano y a Tabita García y pidió las disculpas del caso a los directivos de Casa Muñoz porque no podría asistir a la entrega de los premios “Tijera de Oro” el domingo por la noche.

Imagen Diego, Maradona padre y Jorge Cyterszpiler.
Diego, Maradona padre y Jorge Cyterszpiler.

“Pasajeros con destino a Londres, con escala en Rio de Janeiro…”. Hay rostros que nada tienen que ver con el fútbol, pero otros que sí. Como un joven que lo descubre y rumorea azorado: “Mirá, ése es Maradona, ya lo vendieron al Barcelona”, sin advertir que el avión no iba a España.

Otro le preguntó adónde iba y al recibir la respuesta volvió a indagar “-¿Y a qué club de Brasil te vendieron…?”.

Cuatro asientos en primera clase esperaban con sus copas de champán llenas. Allí se produjo el primer brindis para que todo llegara a buen término y Diego pudiera conocer a Pelé, “una de las aspiraciones más caras de mi vida”.

Yo no sé, me conformo con que él me dé, no sé, cinco, diez minutos. Yo tengo referencias de que es un hombre muy ocupado, con mil problemas y por ahí ni siquiera nos recibe; pero igual creo que valió la pena el esfuerzo de viajar. Me duele todo, te lo juro. Tengo un moretón impresionante por esa patada de Bábington en el primer tiempo. Después corría con mucha dificultad. Si hasta le dije a Delem que no daba más, pero no me dejó salir. El hombro también me duele. Voy a ver si puedo dormir un poco y cuando lleguemos al hotel me pondré un poco de hielo en la pierna.

Maradona padre no dice nada. Está en el aire, y no escucha cuando le hablan. “Pelé va a recibir al Pelusa. Diosito mío”, estará pensando. Recién después de un rato largo interrumpe sus pensamientos la invitación a la cena, que no es cosa de despreciar porque el día ha sido largo y desde la mañana hubo que andar en aprontes, después ir a ver al Diego a la cancha para desde allí salir juntos hacia Ezeiza.

El amigo inseparable de Diego, Jorge, anda pensando qué le va a hacer firmar a Pelé. Pero no deja de reparar en el contrato de Diego, por el que tendrá que pelear ni bien vuelvan a Buenos Aires. Lo acompaña desde la época en que Diego llegó a los Cebollitas de La Paternal. Parece un pibe como Diego, tiene 20 años, pero cuando se trata de defender los intereses de Maradona, se pone en primera fila.

“¿Vocé e Maradona?”, le preguntan cuándo pisa suelo brasileño. Hay que estar de incógnito y entonces no hay respuesta. Ni sí ni no. El hotel Copacabana Palace está esperando con toda su historia a cuestas. En homenaje a ese hotel, Julio De Caro compuso el tango ”Copacabana”, allá por los años ’30. A cincuenta metros, sobre la misma cuadra, está el edificio donde se encuentra Pelé. Es pasada medianoche. Es hora de comer e ir a descansar porque a las 11 de la mañana siguiente Pelé estará esperando. 

—Te juro, que sean diez minutos nomás y soy Gardel.

Diego, estaba lejos de suponer que al día siguiente, Pelé lo recibiría con los brazos extendidos, una sonrisa ancha, la sinceridad a flor de su piel morena, camisola calada amarilla con flores blancas, pantalón blanco, sandalias blancas, un reloj de oro muy fino. La ropa que tiene puesta ahora cuando vuelve a aparecer dice a Dirgrot escalera, algo agitado, y le dice:

Imagen Después de la entrevista Diego soñó que jugaba un partido con Pelé y que terminaban 2 a 2.
Después de la entrevista Diego soñó que jugaba un partido con Pelé y que terminaban 2 a 2.

—Perdóname Diego, no tengo más para ofrecerte. ¿Tú tienes hermanos?

—Sí, somos ocho: cinco hermanas y tres hermanos.

— ¡Ehhh, papá! (ríe Pelé mirándolo a Maradona padre).

—Pelé (dice Diego), en serio, no se moleste por nosotros…

—Pero no es molestia alguna. Tomé este reloj, no es bueno, no se puede entrar al agua, qué le voy a hacer, regálaselo a uno de tus hermanos, y toma para vos esta medalla. Fue hecha cuando el partido de despedida mío en el Cosmos.

 —Muchas gracias, la voy a llevar toda mi vida. Vi el partido suyo del viernes por televisión y le juro que me emocioné mucho y aumentaron mis ganas de verlo. . .

—Sinceramente, yo también me emocioné el viernes. El estadio era como una olla con 170.000 personas, y yo otra vez ahí. Fue una sensación muy especial comprobar que la gente todavía me quiere, que se acuerda de mí. Flamengo tiene buen fútbol. Se adapta a mí. Tocan y yo jugué casi parado, vos entendés, ¿eh?, tirando bolas. Estoy entrenado porque corro siempre, pero los años pesan.

—Yo tenía ganas de que siguiera en el segundo tiempo.

—Ya estaba bien con cuarenta y cinco minutos. Casi no había practicado con el equipo. El jueves hubo como 10.000 personas en el entrenamiento.

(Tanto fue el magnetismo por ver a Pelé, aunque más no fuera practicando. Alguien pedía permiso para poder ingresar a la cancha, vestido de jugador de Flamengo.

—Permiso, por favor.

—No, señor, para ver a Pelé hubiera venido temprano.

—Pero yo soy Zico, y quiero entrenar…

El curioso se dio vuelta, lo miró y le pidió todas las disculpas del mundo).

—Diego, de veras que estoy contento de haberte conocido.

—Y yo ni le digo. . .

—Le das mis saludos a Delem y deséale suerte.

Imagen Una pelota como recuerdo. Pelé firma el autógrafo.La camiseta de Brasil espera turno en las manos de Diego.
Una pelota como recuerdo. Pelé firma el autógrafo.La camiseta de Brasil espera turno en las manos de Diego.

El abogado está al acecho. Ya quiere partir hacia Santos. El chofer Alfredo también aguarda. Pelé continúa en este mundo, que alguna vez le perteneció. Si hasta las arrugas del padre de Diego le están haciendo acordar al suyo.

La guitarra ya está sobre la mesa. Pelé apenas si hizo algunos acordes durante la visita. “No puedo cantar, tengo la voz muy gruesa. ¿Saben? Hace muy poco he grabado un disco para chicos, como adhesión al Año Internacional del Niño. Me gusta componer temas. Además me gustan los niños.”

—Pelé (pregunta Diego), ¿va a jugar algún otro partido para poder verlo? Porque yo sólo lo vi contra Huracán, en Buenos Aires, ¿se acuerda de ese partido?

—Sí, sí, creo que fue ml último partido en la Argentina. Mirá, partidos a beneficio, voy a jugar seguido. Creo que puedo ser útil a muchas entidades y gente que lo necesita, ¿sabes?

El abogado es inflexible con su mirada. Pelé se resigna y se para:

—Bueno, papá, cuide al chico, ¿eh? (Don Diego asiente y le da un abrazo).

—Bueno, Diego: que Dios te dé a vos toda la suerte que me dio a mí, que nunca tuve un golpe grande.

(“Gracias, Pelé”, balbucea Diego.)

— “¿Quieres que te firme la camisa en serio?”, le pregunta a Jorge. Y le firma.

Ya terminan los abrazos Ya estamos en el ascensor y muy pronto estaremos en Buenos Aíres. Pareció un siglo. Fue una hora.

— ¿Y, Diego, qué me decís…?

 —Yo sabía que era un dios como jugador; ahora también lo es como persona. Por algo es Pelé. Cuántos pibes como yo querrán verlo, tocarlo, cambiar un par de palabras, y yo tuve el privilegio de que hasta me haya dado consejos. Yo veía que Pelé venía hacia mí y no lo podía creer. Porque nosotros lo estábamos esperando y fue él el que vino y nos dio un abrazo a rní y otro a papá, y lo trataba de papá a mi viejo. Cuando charlábamos sentía que me estaba mimando. Yo le agarraba la mano y me quedaba embobado. Yo le había pedido dos cosas al Cristo del Corcovado la noche anterior, cuando llegamos. No te las digo (seguro que una fue relacionada con la visita a Pelé). Vi cómo lloraba papá cuando me daba consejos. Haberlo conocido a Pelé es como el Mundial que no tuve. Ni más ni menos. Ahora quiero contarles a todos. A Delem, a mis compañeros de Argentinos y de la Selección, a todo el mundo.

Las frías noches de Santos; la luna frágil de Villa Fiorito. El rostro sufrido de su padre; las arrugas curtidas del tuyo.

Y esas manos unidas para siempre.

El seguirá apurado por su mundo elegido. Vos, Diego Armando Maradona, cimentando tu propio destino de gambetas. Pero irás con ventaja: llevarás los consejos que Pelé te dio el lunes 9 de abril de 1979 en una mañana con sol, bajo el cielo azul de Copacabana.

Imagen Maradona con la medalla que le regaló Pelé. "Se hizo cuando jugue mi parrtido de despedida en el Cosmos".
Maradona con la medalla que le regaló Pelé. “Se hizo cuando jugue mi parrtido de despedida en el Cosmos”.

CONSEJOS DE PELÉ A MARADONA

Nunca hagas caso cuando te digan que sos el mejor. Debes pensar siempre que no sos el mejor. El día que te sientas el mejor dejarás de serlo para siempre.

Acepta los aplausos pero no vivas de aplausos. Yo a los dieciocho años fui silbado muchas veces. La hinchada cuando uno juega tres partidos mal ya te grita, deja de quererte.

Quiero decirte algo con respecto a los contratos. Cada jugador tiene su problema propio. Es una cuestión muy personal, pero siempre tené en cuenta que debes luchar por lo que realmente vales. Hacete respetar siempre, nunca te regales; pero, eso sí, cuando firmes tu contrato después no protestes ni pidas más. La firma es como una palabra.

Con respecto a la venta al exterior de la cual se habla en la Argentina, tenés que decidirlo después de haberlo analizado muy bien. Vos me decís que tenés ocho hermanos, tu madre y tu padre. A la hora de la decisión poné eso en la balanza. Los dirigentes de los clubes pasan cada dos o tres años. Vos tenés que pensar en tu familia, porque hay muchas bocas para dar de comer.

El físico es tu herramienta de trabajo. Por lo que puedo ver, tenés muy buen físico. Cuídalo. En la vida hay tiempo para todo, incluso siendo jugador. Hay tiempo para salir, para tomar una copa, fumar un cigarrillo, acostarse tarde, comer una comida que a uno le guste. Pero hacelo con equilibrio. Haz siempre lo que no dañe a tu físico porque sino se acaba todo. • ¿Te gustaría ir a jugar a Estados Unidos? No, es un chiste para que te rías. Aún eres muy joven. Tenés mucho por dar aún. Allá hay muy buen dinero. Pagan por doce meses y sólo jugás cinco. Pero espera, espera, hay mucho tiempo por delante…