Desde los tranquilos rincones de una granja en Australia hasta el resplandeciente y vertiginoso mundo de las alfombras rojas en Hollywood, Margot Robbie ha recorrido un camino lleno de desafíos, pero también de luces brillantes. Sin embargo, detrás de su sonrisa radiante y su glamour, se oculta una historia menos conocida: la constante lucha por ser exitosa, por estar siempre en movimiento, por ser la número uno. Sus orígenes humildes y sueños sencillos entre cintas de vídeo marcaron el inicio de una carrera que, aunque parecía lejana, comenzó a tomar forma con el tiempo.

Margot Elis Robbie nació el 2 de julio de 1990 en Dalby, Queensland, Australia, en el seno de una familia imperfecta. Su padre, Doug Robbie, era un magnate de la caña de azúcar, pero su presencia en su vida fue mínima. Su madre, Sarie Kessler, una fisioterapeuta, se encargó sola de criar a Margot y a sus tres hermanos. Su infancia transcurrió en la granja de sus abuelos en Cunnamulla Valley, un lugar pintoresco rodeado de verdes prados, donde Margot cultivó su amor por la naturaleza y la aventura. Sin embargo, más allá de la vida rural, que incluía tareas como cortar leña y ordeñar vacas, Margot tenía una pasión secreta: el cine. A falta de opciones, su entretenimiento consistía en ver y analizar una y otra vez las pocas cintas de vídeo que había en su hogar, recreando escenas frente al espejo y convirtiendo su habitación en un pequeño teatro improvisado.

Aunque esta podría haber sido una simple forma de pasar el tiempo, para Margot reflejaba un amor profundo por la interpretación. Sin embargo, no imaginaba que esa pasión la llevaría a convertirse en una estrella de Hollywood. Lejos de soñar con alfombras rojas, ella se veía como una chica del campo, con un espíritu competitivo que la impulsaba a destacar en deportes como el hockey sobre césped, aunque su verdadera pasión era el surf. Pero la vida no era tan idílica como sus días en la playa. La separación de sus padres cuando tenía solo cinco años dejó una huella profunda en ella. Doug Robbie, a pesar de su éxito empresarial, no fue un apoyo para su hija, lo que generó un resentimiento que perduró en el tiempo. Sarie Kessler, por su parte, trabajaba sin descanso para mantener a la familia, lo que llevó a Margot a buscar formas de ayudar económicamente desde joven. A los diez años, ya cortaba leña para los vecinos y vendía comida en puestos locales.

A medida que crecía, Margot se convirtió en una adolescente inquieta, siempre buscando ampliar sus horizontes. Mientras sus compañeros soñaban con carreras tradicionales, ella se adentraba en el mundo del arte dramático en Somerset College. Sin embargo, la idea de convertirse en actriz profesional parecía una meta inalcanzable para una joven de Queensland, que carecía de contactos, dinero y certezas sobre el futuro en una industria tan competitiva como la del cine. Pero la vida, como un buen guion de Hollywood, tenía giros inesperados. Durante una de sus visitas a Melbourne, con apenas 17 años, Margot consiguió una audición para una telenovela australiana llamada Neighbours. Lo que inicialmente iba a ser un papel menor, gracias a su frescura y talento, pronto la convirtió en una de las actrices principales del programa.

Aunque Margot no tenía agente ni formación formal en actuación, el trabajo en la telenovela le permitió ganar visibilidad y, con el tiempo, le dio la oportunidad de perfeccionar su habilidad frente a la cámara. A pesar de las largas jornadas de filmación y la presión de estar siempre bajo el ojo público, Margot no se dejó intimidar. Sin embargo, aún persistía la inseguridad de si realmente pertenecía al mundo del entretenimiento, una duda que continuaría alimentando a lo largo de su carrera.

Esa incertidumbre se disipó cuando, tras mudarse a Los Ángeles, audicionó para el papel en la serie Pan Am, ambientada en los años 60. Aunque la serie no tuvo una vida prolongada, sirvió como su tarjeta de presentación en Hollywood. Pero fue su participación en El lobo de Wall Street (2013) lo que catapultó su carrera. Su audición para el papel de Naomi Lapaglia, esposa del personaje interpretado por Leonardo DiCaprio, se destacó por un momento improvisado en el que le dio una bofetada a DiCaprio, lo que sorprendió a Martin Scorsese, el director de la película, quien vio en Margot un potencial explosivo. Esta audición marcó un antes y un después para ella.

A los 23 años, Margot Robbie pasó de ser una promesa a una realidad en Hollywood. El éxito rotundo de El lobo de Wall Street no solo le permitió obtener un reconocimiento mundial, sino también experimentar de cerca las sombras de la fama: la constante atención de los medios, las expectativas de ser siempre la actriz perfecta y la presión de mantenerse relevante. Sin embargo, lejos de desmoronarse, Margot se sumergió en nuevos proyectos, buscando demostrar que su éxito no había sido un golpe de suerte.

Uno de los papeles que consolidó su carrera fue el de Harley Quinn en Suicide Squad (2016). Este personaje, con su carisma y complejidad, le permitió conectar de forma especial con el público joven. La preparación para el papel fue ardua, con meses de entrenamiento físico, boxeo y acrobacias, lo que demostró el nivel de compromiso de Margot con sus personajes. Sin embargo, la fama también trajo consigo un precio: la presión por mantenerse constantemente ocupada, por no tomarse ni un respiro. En una industria donde la percepción de relevancia lo es todo, Margot sentía que cualquier pausa podría ser interpretada como una falta de ambición. Esto la llevó a aceptar papeles que, aunque no siempre representaban sus intereses artísticos más profundos, le garantizaban visibilidad y presencia en Hollywood.

La sombra del éxito, sin embargo, no siempre era tan brillante. A pesar de los logros profesionales, Margot lidiaba con un desgaste emocional cada vez más evidente. Las largas jornadas de rodaje, las campañas promocionales y la constante presión por ser la mejor la sumían en un estado de ansiedad. En entrevistas, siempre sonreía y se mostraba agradecida, pero aquellos que la conocían bien podían notar los signos de agotamiento.

Con el paso del tiempo, Margot se dio cuenta de que el éxito podía ser una maldición disfrazada de fortuna. Mientras que otros actores podían tomarse un descanso, ella sentía que no podía permitírselo, ya que en Hollywood una pausa podía significar el fin de una carrera. La constante invasión de su vida personal por parte de los medios y los tabloides la llevó a buscar maneras de desconectar. Uno de sus refugios fue su amor por los trenes. Margot y su esposo, Tom Ackerley, realizaron un viaje en el famoso Orient Express, un sueño de la actriz desde su infancia. Durante ese viaje, Margot encontró una breve tregua de la presión constante, mirando por la ventana mientras el paisaje pasaba, sintiendo que, por un momento, el tiempo se detenía.

A pesar de los esfuerzos por desconectar, la maquinaria de Hollywood continuaba implacable. Con la película Birds of Prey, Margot no solo protagonizó sino que también asumió el rol de productora ejecutiva. Sin embargo, el peso de liderar un proyecto de tal magnitud resultó abrumador. Mientras tanto, la fama mundial traía consigo una constante invasión de su privacidad, y Margot se dio cuenta de que había perdido parte de su conexión con la vida simple y tranquila que había dejado atrás en Australia.

La carrera de Margot Robbie continuó deslumbrando con proyectos como I, Tonya (2017), que le valió su primera nominación al Óscar, pero también le permitió enfrentar algunos de los desafíos emocionales más profundos de su carrera. Interpretar a una figura tan compleja como Tonya Harding requirió un nivel de entrega que la dejó exhausta. Sin embargo, el reconocimiento llegó, pero con ello también la reflexión interna sobre la desconexión que sentía con su propia vida.

Hoy, Margot Robbie sigue siendo una de las actrices más demandadas de Hollywood, pero detrás de su éxito, sigue lidiando con el desafío de equilibrar su carrera, su vida personal y el constante peso de la fama. Sin embargo, a pesar de todo, sigue adelante, demostrando que, más allá de los glamurosos premios y alfombras rojas, el camino hacia el éxito está lleno de luces y sombras.

Margot dedicó mucho tiempo y energía al proceso de preparación durante el rodaje. Vive en un interesante contraste entre el mundo de fantasía que recrea la película y la dura realidad de Hollywood que conoce. Tarantino también ha creado un homenaje nostálgico a la época dorada de la industria cinematográfica, una época que parecía más sencilla y mágica. Sin embargo, es plenamente consciente de que la realidad moderna de Hollywood no es tan romántica como la que la gente ve en la pantalla grande. En la vida real, la competencia es feroz y el miedo a quedarse atrás es un fantasma que persigue a cada estrella, sin importar las alturas que haya alcanzado.

La actuación de Margot como Sharon Tate recibió muchos elogios. Aunque la película dividió a los críticos, algunos elogiaron el talento de Margot para interpretar a Tate, mientras que otros lamentaron la falta de oportunidades para que su personaje se desarrollara en el diálogo. Para Margot, sin embargo, el verdadero desafío no reside en la crítica externa, sino en evitar perderse entre el personaje y las expectativas que la rodean. Cada vez que está en el set, rodeada de un equipo que la mira y espera grandes actuaciones, Margot se siente presionada a estar a la altura de la imagen que todos tienen de ella. Este sentimiento sigue dominando su vida, y aunque Margot intenta encontrar un equilibrio entre su trabajo y su vida personal, las exigencias de Hollywood nunca parecen detenerse.

En sus momentos más tensos, Margot encontró un refugio inesperado: el circo. Su madre la puso en clases de circo cuando era niña y Margot nunca ha olvidado la sensación de libertad que sentía colgada de una viga o realizando acrobacias. Decidió regresar a estas actividades como una forma de aliviar el estrés y recordar la parte de su vida que la conecta con sus raíces.