La actriz ha confesado que, aunque su marido es multimillonario, ella prioriza su independencia económica.

Salma Hayek es una de las actrices más famosas del mundo. Una intérprete que ha estado ligada al mundo del cine desde hace más de tres décadas, en las que ha trabajado en un sinfín de proyectos de renombre y siendo en su mayoría comedias.

En lo personal, la actriz comparte sus éxitos con su marido, el empresario multimillonario François-Henri Pinault, que es el CEO de Kering. Un matrimonio que no le ha llevado a ella a dejar a un lado su trabajo, sino todo lo contrario, pues su independencia económica sigue siendo una prioridad para ella, como ha reconocido en una entrevista reciente concedida al ‘Wall Street Journal’.

De hecho, asegura que siente incluso un punto de presión por llegar a ganar una cifra alta de dinero: “Apoyo muchos aspectos de mi vida y de mí misma. Tengo la presión de ganar una cierta cantidad de dinero y me gusta. Y ahora, decidí que quiero ganar más”.

Y es que, dentro del matrimonio, ambos mantienen sus finanzas por separado, lo cual prefieren las dos partes: “No existe ningún acuerdo prenupcial que divida bienes”, y su marido incluso la admira por ello: “Creo que lo encuentra bastante sexy”.

El problema suele venir de otra vertiente, la de la fama en general. Igual que tiene sus cosas buenas, también tiene otras que no lo son tanto. La fama parece invitar al dinero, y con ello, a que todo lo que se hable esté relacionado con ello, algo que ha terminado por molestar a Salma Hayek: “Para mí, lo emocionante de tener mucho dinero era que no tenía que pensar en el dinero, y resultó que lo único de lo que la gente quería hablar conmigo era de dinero”.

Eso le ha llevado incluso a verse envuelta en círculos en los que no se siente como es ella misma, sino que van por el estatus financiero: “Vienen a verme desconocidos que ni siquiera son amigos, pero creen que deberíamos ser amigos porque ellos también son ricos”.