Lucha Villa, cuyo nombre de nacimiento es Luz Elena Ruiz Bejarano, nació el 30 de noviembre de 1936 en Santa Rosalía de Camargo, Chihuahua.

Su carrera, tanto en la música como en el cine, ha dejado una huella profunda en la cultura mexicana. Conocida como “La Grandota de Camargo” por su imponente presencia física y estatura, Lucha Villa se convirtió en una de las máximas intérpretes del género ranchero, destacándose no solo por su voz potente y emotiva, sino también por su belleza y elegancia, que la hacían inconfundible. A lo largo de más de cuatro décadas de carrera, Villa se ganó el cariño y respeto del público, dejando un legado que aún perdura.

La infancia de Lucha Villa estuvo marcada por el ambiente musical que la rodeaba en su natal Chihuahua, donde desde joven mostró una inclinación natural por el canto. Su belleza y talento la llevaron a incursionar en el modelaje, y poco después fue descubierta por el empresario argentino Luis G. Dillon, quien vio en ella un potencial enorme. Al principio, formó parte del grupo “Las Dianas de Dylon,” donde trabajó como modelo y bailarina. Su vida cambió radicalmente cuando, por un golpe de suerte, se presentó la oportunidad de cantar debido a la ausencia de la cantante femenina programada para el show. Tomando prestado un vestido y con una mezcla de valentía y nervios, subió al escenario. Su voz profunda y poderosa cautivó de inmediato al público y a Dillon, quien decidió bautizarla como “Lucha Villa,” en honor a la heroína de la Revolución Mexicana y al apellido de Pancho Villa, un nombre con el que ella conquistaría a millones de corazones.


Lucha Villa encontró rápidamente éxito en el ámbito musical. Comenzó a cantar en la estación de radio XED y fue reconocida como vocalista principal, lo que le abrió puertas en la industria y le permitió grabar su primer LP con el sello discográfico Musart. A partir de ese momento, su carrera despegó de forma imparable, convirtiéndose en una de las figuras femeninas más importantes de la música ranchera. Uno de los momentos cruciales en su carrera fue su amistad y colaboración con José Alfredo Jiménez, uno de los compositores más icónicos de la música mexicana. Jiménez escribió varias canciones especialmente para ella, temas que se convertirían en verdaderos clásicos, como “La media vuelta,” “Amanecí en tus brazos,” y “Que se me acabe la vida.” Estas canciones, interpretadas con la pasión y sentimiento característicos de Villa, cimentaron su lugar en el panteón de la música ranchera, junto a leyendas como Lola Beltrán y Javier Solís.

Durante la década de los 60, Lucha Villa no solo triunfó en la música, sino que también incursionó en el cine. En 1964, fue elegida para protagonizar la película El gallo de oro, dirigida por Roberto Gavaldón y con un guion basado en una historia de Juan Rulfo, adaptada por Gabriel García Márquez. La actuación de Villa como “La Caponera” fue aclamada por la crítica y le otorgó reconocimiento en la industria cinematográfica, consolidándola como una artista versátil y talentosa. La banda sonora de la película, interpretada por Villa, también fue un éxito, lo que ayudó a consolidar su carrera tanto en la música como en el cine.

A lo largo de las décadas de 1970 y 1980, Lucha Villa continuó construyendo su legado. Colaboró estrechamente con Juan Gabriel, quien compuso para ella canciones como “Juro que nunca volveré” y “La diferencia,” éxitos que reflejaban su increíble habilidad para interpretar letras cargadas de emoción. Además, en 1970, debutó en el teatro con la comedia musical El Kelite, que fue muy bien recibida por el público y le permitió explorar su faceta actoral en otro medio. Su espíritu innovador la llevó a lanzar la serie de discos Puro Norte en 1971, una combinación de música norteña y mariachi que la posicionó como pionera en la mezcla de estos géneros tradicionales mexicanos.

En el cine, su presencia fue igual de poderosa. En 1972, participó en la película Mecánica nacional, dirigida por Luis Alcoriza, donde interpretó el papel de una madre sacrificada y sometida a los abusos de su esposo machista. Esta actuación le valió su primer premio Ariel como mejor actriz, consolidándola como una figura importante en el cine mexicano. En 1978, obtuvo su segundo premio Ariel por su papel en El lugar sin límites, de Arturo Ripstein, donde interpretó a “La Japonesa,” una mujer dueña de un burdel que lucha por controlar su destino en un contexto lleno de conflictos y prejuicios. Su actuación en esta película, junto a la de Roberto Cobo como “La Manuela,” es considerada una de las más destacadas en la historia del cine mexicano.

La vida personal de Lucha Villa fue tan intensa y compleja como su carrera. Se casó cinco veces y vivió una serie de relaciones apasionadas y turbulentas, entre ellas su famosa conexión con José Alfredo Jiménez. Aunque no se casaron, su relación fue profunda y significativa, y su colaboración artística resultó en algunas de las canciones más icónicas del género ranchero. La canción “Amanecí en tus brazos,” inspirada en su relación, es un ejemplo del impacto que tuvieron el uno en el otro. Años después, Lucha admitió que aunque no estuvo “enamorada” en su momento, siempre guardó un cariño especial y una conexión emocional con José Alfredo, que perduró hasta después de su muerte.

En 1997, la brillante carrera de Lucha Villa se vio interrumpida de manera trágica cuando decidió someterse a una cirugía estética en Monterrey. La operación, que debía ser de rutina, resultó en complicaciones graves cuando sufrió un paro cardiorrespiratorio durante el procedimiento, lo que la dejó en coma. Tras dos semanas, logró despertar, pero las secuelas fueron irreparables y su carrera artística llegó a un final abrupto. Sus hijos presentaron una demanda legal contra el cirujano responsable, Eugenio Pacelli, quien asumió la responsabilidad de lo ocurrido. A pesar de las batallas legales y los esfuerzos de su familia para mejorar su salud, las consecuencias de esta tragedia cambiaron su vida para siempre.

Hoy en día, aunque retirada y alejada del público, Lucha Villa sigue siendo recordada como una de las grandes leyendas de la música ranchera y del cine mexicano. Su legado, caracterizado por su talento, valentía y la intensidad con la que vivió cada aspecto de su vida, es una inspiración para nuevas generaciones de artistas. Su voz poderosa y su presencia inolvidable continúan resonando en la memoria colectiva de México y en el corazón de quienes crecieron escuchando sus canciones y viéndola en la pantalla. Lucha Villa es, sin duda, una figura que representa la esencia misma de la cultura mexicana y un símbolo de fortaleza y pasión en el mundo de la música ranchera.