Descubrí que estaba embarazada justo después de perder a mi novio. Para que mi hijo creciera con amor, decidí casarme con su hermano mayor.

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Hace años, alguien leyó las líneas de mi mano y me dijo que mi destino amoroso estaría lleno de sufrimiento. Aunque escuché esas palabras, no les di importancia, pensando que el destino está en nuestras propias manos.

Antes de casarme con mi actual esposo, tuve un amor profundo con mi primer novio, quien también fue mi primer gran amor. Estábamos comprometidos y a punto de formalizar nuestra relación con ambas familias. Sin embargo, el destino nos separó cruelmente cuando él falleció en un trágico accidente. Poco después, descubrí que estaba embarazada.

La noticia me dejó completamente perdida. Mi novio ya no estaba, pero tampoco podía abandonar a nuestro hijo. Sin embargo, si decidía tener al bebé, podría enfrentar críticas y vergüenza social. Mientras estaba sumida en la confusión, el hermano mayor de mi novio se acercó inesperadamente con una propuesta sorprendente.

Me dijo:
— Siempre he tenido sentimientos por ti, pero cuando mi hermano te declaró su amor, decidí mantenerme al margen y desearles lo mejor. Ahora quiero cuidar del hijo de mi hermano y protegerte a ti también.

Su propuesta me dejó en shock. Nunca había pensado en él de esa manera. Siempre lo consideré un hombre amable y responsable, pero para mí era simplemente el “hermano mayor” de mi novio. Sin embargo, tras muchas noches de reflexión y dudas, acepté su propuesta.

Pensé que casarme con él garantizaría que mi hijo creciera con el amor de la familia paterna y que, al ser su idea, él cuidaría del niño como si fuera suyo. Antes de casarnos, le dejé claro:

— Ahora mismo no te amo, pero estoy agradecida por tu apoyo en este momento difícil. Espero que este secreto quede solo entre nosotros, y que ames a este niño como si fuera tu propio hijo.

La boda se celebró entre murmullos y dudas de nuestros amigos, quienes conocían mi relación con su hermano menor.

Desde que nos casamos, mi esposo y su familia han sido increíblemente amables conmigo. Él nunca menciona el pasado y me trata con amor y respeto. Poco a poco, fui desarrollando sentimientos por él. Con el tiempo, llegué a verlo como un verdadero compañero de vida y un padre excepcional para nuestro hijo.

Nuestro hijo, sin embargo, heredó los ojos marrones y otros rasgos de su padre biológico, mientras que mi esposo y yo tenemos ojos oscuros. Esto llevó a algunos comentarios malintencionados. Con el tiempo, incluso mi suegra comenzó a sospechar y decidió realizar una prueba de ADN en secreto.

Cuando regresé a casa un día, mi suegra estaba esperándonos con los resultados en la mano. Aunque estaba decepcionada, me habló con calma y me pidió explicaciones. No pude contener las lágrimas ni encontrar las palabras para defenderme. Mi esposo, viendo mi angustia, decidió revelar toda la verdad.

Tras escuchar la historia, mi suegra se desmayó por el impacto. Pero cuando recuperó la calma, me tomó de la mano y me agradeció por no haber abandonado al niño, permitiendo que su difunto hijo tuviera un legado. Ambos lloramos juntas, y sentí que, aunque mi vida había estado llena de sufrimientos, finalmente había encontrado un refugio seguro en esta familia.

Mi esposo y yo hemos decidido que, cuando nuestro hijo crezca, le contaremos toda la verdad sobre su padre biológico y el sacrificio que su tío hizo para protegernos. Queremos que sepa que tiene dos padres: uno que lo cuida desde el cielo y otro que lo ama y protege en la tierra.