La fama de Peso Pluma se disparó a niveles inimaginables con la canción más escuchada del verano y uno de los discos más reproducidos de 2023. Su actitud frente a la vida representa a toda una nueva generación que se mueve con sus propias reglas. Esto apenas es el inicio.
Peso Pluma no pronunció una sola palabra en inglés durante todo el concierto. Al público no pareció importarle. Era una noche calurosa de julio en las afueras de Los Ángeles, y la gran mayoría de los seis mil asistentes al YouTube Theater hablaban —o por lo menos entendían— español. Hasta el par de gringos monolingües a mi lado se la pasaron bailando, uniéndose al coro de gritos extasiados cada vez que el mexicano sacaba la lengua, se deslizaba en saltos erráticos por el escenario o juntaba los dedos, formando algo que es a la vez un corazón y dos letras P.
Cerró el show de dos horas vestido en un conjunto gris de Givenchy. Su mano derecha estaba cubierta con un guante blanco, quizás simbolizando —especulación mía— el estilo de cachetada con el que responde a sus críticos. Peso Pluma —también llamado “La doble P”— suele mostrarse diplomático ante sus detractores (“prefiero enfocarme en lo positivo”, dice una y otra vez en entrevistas), pero es innegable que ha callado a quienes inicialmente dudaron de su potencial transfronterizo. A estas alturas, ya perdió la cuenta de cuántos récords musicales ha roto.
Apenas en marzo, había superado a Bad Bunny como el artista más escuchado en Spotify México, con más de 19 millones de oyentes. En buena parte se debió al éxito de “Ella baila sola”, su colaboración con Eslabón Armado, que fue la primera canción mexicana en alcanzar el top cinco del Billboard Hot 100 en Estados Unidos y mil millones de reproducciones en Spotify. A finales de abril, la cantó en The Tonight Show con Jimmy Fallon, aunque se veía tímido, como si él mismo estuviera asombrado y algo incrédulo de su propia presencia en uno de los escenarios más importantes de la televisión estadounidense. En junio, unos días después de celebrar su cumpleaños 24, lanzó su álbum Génesis, el cual debutó en el número tres de la lista Billboard en Estados Unidos, por encima de artistas como Taylor Swift y SZA. En septiembre, fue el primer mexicano en presentarse sobre el escenario de los MTV Video Music Awards, esta vez con una actitud más audaz que la que mostró con Fallon. Menos de un mes después, dominó los Premios Billboard de la Música Latina con ocho reconocimientos, incluyendo Nuevo Artista del Año.
Ahora, el cantante cierra 2023 sentado sobre el trono de un género que aún no está oficialmente bautizado, más que nada porque nadie parece lograr ponerse de acuerdo. “No le llamamos corridos tumbados”, me dijo su publicista, “ni tampoco regional mexicano”. Entonces, ¿cómo le llaman? “La respuesta es música mexicana. Es siempre lo que decimos, sin tantas etiquetas”, responde él. La fusión entre música norteña y ritmos de otros géneros es tan reciente que aún se resiste a tener una clasificación clara y generalizada. Hasta ahora, el cantante ha trabajado con artistas como Karol G, Yng Lvcas y El Alfa; cada semana surgen rumores de las colaboraciones que vienen. “Todo esto es un experimento”, dice Peso Pluma. Y, te guste o no su propuesta, apenas va agarrando vida.
Directa la flecha
A mediados de octubre me encontraba en una terraza del hotel Four Seasons Fort Lauderdale, en Florida, observando el gris del mar fundirse con un cielo nublado. Acababa de salir de la sala de conferencias transformada en vestidor, en la que Peso Pluma se alistaba para la sesión de fotos con GQ México y Latinoamérica, parado en medio de la habitación y probándose los distintos looks. Su piel, marcada por numerosos tatuajes, parecía quejarse con el frío del aire acondicionado. “Esto sí; eso no”, le respondía a la estilista que le mostraba la ropa. Su equipo flotaba perpetuamente a su alrededor, asintiendo a todo lo que decía. “Pásenme lo que sea que haya de Balenciaga”, dijo. Cuatro personas se acercaron a una de sus maletas personales, que rebosaba de los diseños de Demna Gvasalia y de tenis de edición limitada.
La fama le queda. A pesar de lo vertiginoso de su éxito —hace un año era casi un completo desconocido—, porta el aire asegurado de alguien que ha sido una figura pública durante mucho tiempo. “Hay que darle”, lo escuché decir detrás de la puerta, “pa’ delante. Lo que sigue.”
Cuando volví a entrar a la sala, el mexicano Peso Pluma notó la gorra guinda que llevaba puesta, del equipo de beisbol de mi ciudad natal. “¿Eres de Culiacán?”, me preguntó de pronto sonriendo, y me explicó que la mayoría de su familia es de Sinaloa. Quisiera decir que llevar la gorra fue una movida estratégica de mi parte, una manera de imbuirle confianza antes de la entrevista. En realidad, es la única que tengo y me la había puesto, sin pensar, para proteger mi pelo de la humedad floridana. Igual sirvió de algo. Entre quienes hemos pasado mucho tiempo en Culiacán existe una especie de complicidad; un entendimiento tácito de que podemos hablarnos sin rodeos, “como bala”, me dijo PP, “directa la flecha”. Esta falta de prudencia se puede confundir con agresión. “A veces la gente se asusta, pues”, dijo, “por eso la parte de [mi canción] ‘Rubicón’ digo dicen que soy mamón, también que soy culero, pero es totalmente lo contrario”.
En la bocina portátil sonaba el corrido “Clave 18”, de Panchito Arredondo y Novillos de la Sierra. Ahora pa’ Sinaloa, pariente, y arriba Jesús María Culiacán, grita el cantante principal, acompañado del acordeón. Por un segundo, me desorientó escuchar esas letras tan lejos de mi ciudad, en otro país, al lado del staff del hotel, quienes sonreían plácidamente sin entender una palabra. Me pareció bizarro pensar que algo tan local había llegado hasta allá, pero, en realidad, la misma banda norteña nació del matrimonio entre varias culturas.
Hace más de un siglo, Mazatlán, Sinaloa, recibió una ola de inmigrantes cerveceros belgas y alemanes (tres de ellos fundaron la cervecería Pacífico en 1900). Su llegada introdujo en el puerto algunos instrumentos de viento, como la tuba, el trombón y las trompetas, que rugen y chillan en las canciones de banda. Ahora, en 2023, Peso Pluma está mezclando ese género con sonidos propios del reggaeton, rap y hip-hop. Dio una muestra casi demasiado literal de esto cuando, después de una serie de corridos, el playlist cambió abruptamente a Kanye West. Peso golpeaba la mesa con sus palmas al ritmo de la batería ominosa de “Black Skinhead”. “Súbele”, le dijo a uno de sus asistentes. Se puso unos lentes oscuros y comenzó a rapear frente al espejo, hasta que pareció recordar por qué estaba ahí. “Ya pues”, dijo, ahora con la seriedad de un empresario, “¿qué vamos a hacer primero?”.
¡La música!
Hassan Emilio Kabande nació y creció en Guadalajara, Jalisco, pero cuando hablamos de su infancia se enfocó en el tiempo que pasó en Culiacán. “De morro iba seguido a ver a la familia”, me contó, “y tengo un tío allá que básicamente fue mi segundo papá”. Recuerda las tardes que pasaba en la camioneta de su tío Arturo, manejando por las calles de Culiacán, escuchando corridos. “Al principio no me gustaban tanto y prefería ponerme audífonos y escuchar, de que, mi reggaeton, mi rap”, dijo, pero eventualmente lo sedujo la franqueza de los instrumentos, sobre todo la guitarra. Alguna vez le tocó ver en vivo al cantante Ramón Massiaca. “Le rascaba a las cuerdas como si no hubiera mañana y se tronaban y le volvía a poner otras y tocaba increíble”, me dijo, casi tropezando con sus palabras de la emoción, “y yo ahí me enamoré de la guitarra”.
Terminó la prepa y decidió no inscribirse en la universidad. Pasaba las noches tocando música con sus amigos en reuniones informales. Desde entonces, sabía que quería trabajar en la industria musical, aunque no necesariamente como cantante. “Jamás me gustó mi voz”, dijo. Su voz —rasposa, gangosa, visceral, inconfundible— resultó funcionar a su favor. Desde Valentín Elizalde no se escuchaba un cantante que abrazara con tanta seguridad sus inflexiones nasales. Pero el Gallo de Oro, que en paz descanse, nunca alcanzó estos niveles de fama. Para la mayoría de los fans de Peso Pluma, su entonación es una cosa extraña y novedosa. En las colaboraciones con otros artistas, su voz irrumpe como un animal bravo pero malherido, salvaje e impredecible. Tal vez por eso es que emociona tanto.
“Hace cinco años no veías a alguien que escuchara a Luis Miguel también escuchar corridos, y hoy pasa”, me dijo Peso cuando le conté. “Ese estatus que la gente pone en México, que los fresas, que los buchones, ya no está. Sin importar la cultura que tengas, te vas a identificar con la música”. ¿Por qué? “Porque es algo que te mueve, ¡la música!”. Sin embargo, su éxito no sólo se debe a eso. Se quedó pensando un segundo. ¿Quién le había dicho? “Ah, sí, Pepe Garza”, recordó. “Que Joaquín Sabina una vez dijo que hay tres componentes: la lírica, la música y algo más, que nadie sabe lo que es pero que al final es lo único que importa”.
Los Old Schools
Durante la sesión de fotos, el pelo de Peso Pluma le rozaba los hombros mientras esperaba que le pasaran el siguiente cambio de ropa. Su corte tipo mullet es tan polarizante como su voz: algo que unos critican y otros emulan. “Desde un principio, tuve la intención de darle un giro más rockstar al regional”, dijo. Se refería a su música, pero podría haber estado hablando de su estilo y también sería cierto. Los cantantes de corridos y de banda normalmente visten con botas y sombreros típicos del norte de México, o conjuntos más ostentosos pero igual de tradicionales, por no decir anticuados. Peso Pluma nunca se identificó con ese aspecto de la cultura.
“Como me escuchaste decir hoy en la mañana, si no me gusta, no me lo pongo”, me dijo. Había llegado vistiendo una playera holgada, shorts y tenis Jordan —básicamente como anda todos los días—, “pero siempre me ha gustado lo elegante, las joyas, los relojes”, aclaró, y de nuevo se quedó pensando, midiendo sus siguientes palabras. “Mira, no te voy a decir que fui el primero porque van a brincar más de uno”, comenzó. “Y quiero mandarle un saludo a mi compa Erick [Aragón] de Codiciado, que fue de los que empezó a traer todo ese estilo de rapero americano, y fue una de mis inspiraciones”, dijo. Describió el movimiento que ocasionó Aragón al usar bandanas y ropa de diseñador como un efecto dominó. Muchos lo vieron y quisieron hacer algo parecido. “Y los que eran fieles a su… a sus…”. Otra pausa. Era obvio que se estaba esforzando por no decir nada ofensivo, nada que pudiera causar controversia. “…a sus botas y sombreros, pues también es totalmente respetable”, concluyó.
La mayor parte de la entrevista transcurrió así. La Doble P habla con cautela, claramente consciente de lo fácil que se pueden tergiversar las palabras. Me sorprendieron las pocas veces que se le escapó un “güey” o una grosería. Cuando pasaba, parecía darse cuenta de inmediato, y volvía a adoptar un tono ensayado. “Yo no estaría donde estoy sin quienes me han ayudado”, dijo en un momento de la plática, “entonces siempre voy a estar agradecido con la gente que me echa la mano y pone su granito de arena para que mi proyecto crezca cada día”. No hay nada más frustrante para una periodista que recibir este tipo de respuestas insulsas, pero tampoco lo puedo culpar. La generación de Peso Pluma creció viendo caer de la gracia pública a sus ídolos, a veces con buena razón, a veces por motivos relativamente inocuos. Fuera del estudio de grabación y el escenario, ya nadie quiere escandalizar.
Cuando le pregunté acerca de esto, me dijo que trata de mantenerse lo más callado posible y que rara vez concede entrevistas. “Siento que la prensa y los medios son agresivos, ¿sabes?”, me confesó, y solté la pluma con la que estaba escribiendo para tratar de verme lo más inofensiva posible. “Con todo lo que está pasando en redes sociales, no siento que tenga que dar explicaciones de cosas cuando mi trabajo es hacer música y entretener,” dijo. Volteó con su publicista, que se había sentado con nosotros para supervisar la entrevista. Hay temas de los que prefiere no hablar y eso es parte del aire misterioso e ilícito que rodea al cantante. “Intento no entrar en polémicas”, concluyó Peso con la misma formalidad de un político.
El personaje desenfrenado que observé en julio sobre un escenario de Los Ángeles estaba ausente. Aquí, era Hassan, un joven de 24 años consciente de la responsabilidad que viene con su éxito. “No es cualquier cosa lo que estamos haciendo”, me dijo. En TikTok abundan videos de sus conciertos en donde se le ven lágrimas en los ojos mientras se toma un minuto para observar al público enloquecido. Quizás por lo repentina que ha sido su fama, Peso parece entender que funciona en ambas direcciones: un día puedes estar arriba y el otro, abajo.
Desde ahora está planeando su legado. Espera que el género no sea sólo una moda, que nuevos artistas crezcan a partir de la semilla que está dejando, y “que vean a Peso Pluma, Natanael Cano, Junior H y digan, güey, estos son los old schools”, dijo, y agregó: “No te imaginas cuántos niños hay en mis conciertos”. Me acordé de uno que estaba en Los Ángeles, sentado sobre los hombros de su papá, levantando un cartel que decía: ¿te tomas una foto conmigo? Cuando salió al escenario, Peso Pluma leyó la petición, sonrió, le apuntó al niño y le hizo una seña indicándole que sí, después del show. “El día de mañana, si a lo mejor ya no toco, el proyecto de Peso Pluma va a seguir viviendo siempre, ahí va a quedar siempre”, me dijo. “Eso es lo que se busca… hacer historia”.
Un mes después de nuestra conversación, el tráfico afuera de uno de los recintos más importantes para conciertos en la Ciudad de México estaba a vuelta de rueda. Eran las ocho y media de la noche; Peso Pluma iba a tomar el escenario a las nueve. Me bajé del coche y caminé a la entrada. Estaba entregando mi boleto en la puerta cuando escuché los primeros segundos de una canción familiar, la batería ominosa de “Black Skinhead”. El cantante que hace un año apenas llenaba un palenque había abarrotado el Foro Sol, ante ello es claro por qué es el Artista del Año para GQ.
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