La Trágica Despedida de Arturo Martínez: Un Villano Olvidado por la Industria del Cine Mexicano

Arturo Martínez es un nombre que, aunque alguna vez fue sinónimo de éxito y popularidad durante la época de oro del cine mexicano, se fue desvaneciendo con el paso de los años, y su trágico final dejó una huella de olvido que aún permanece en las sombras. Reconocido como uno de los villanos más solicitados y populares de su tiempo, Martínez alcanzó una notable fama tanto como actor como director. Sin embargo, el destino de este hombre que supo ser un ícono del cine de acción y drama se vio marcado por una cruel enfermedad y la dolorosa pérdida de su hijo, lo que lo llevó a alejarse por completo de los sets de grabación y de la vida que tanto había amado.

Desde muy joven, Arturo Martínez llegó a la Ciudad de México con el sueño de mejorar su calidad de vida. Comenzó a trabajar en diversos oficios como cargador en un mercado, camarero y limpiador, pero en sus ratos libres se dedicaba a bailar, una pasión que le abriría las puertas del mundo del espectáculo. Gracias a sus habilidades en la pista de baile, captó la atención del reconocido director Leopoldo Bernstein, quien lo contrató como bailarín para su compañía artística. Esta oportunidad lo llevó a recorrer todo México y hasta llegar a Panamá, donde conoció al actor Pedro Armendáriz, quien más tarde se convertiría en su amigo y mentor. Fue Armendáriz quien le recomendó para su primera película, Juan Charrasqueado (1947), lo que marcó el comienzo de su carrera en la pantalla grande.

El debut de Martínez fue impresionante, y rápidamente se ganó el respeto de la crítica y del público. Su interpretación fue tan destacada que fue nominado al premio Ariel a la mejor coactuación, lo que lo catapultó al estrellato. A partir de ahí, comenzó a formar parte de grandes producciones, como Si Adelita se fuera con otro, Un rincón cerca del cielo y Caballero a la medida. Fue en los años 50 cuando su popularidad se consolidó, especialmente al interpretar papeles de villano en cintas de acción y ciencia ficción, siendo conocido como “el malo” de la época de oro del cine mexicano. Su rostro severo y su voz imponente lo convirtieron en uno de los villanos más odiados, pero también uno de los más admirados por su capacidad actoral.

Arturo Martínez

En 1959, Martínez decidió probar suerte detrás de las cámaras, incursionando en la dirección cinematográfica. Fue en ese año cuando lanzó su primera película como director, Servicio Secreto, una producción que no solo le permitió demostrar sus conocimientos técnicos, sino también su deseo de mantenerse vinculado al cine, sin importar los sacrificios financieros que implicaba. A lo largo de su carrera como director, logró éxitos como México de noche y Las momias de San Ángel, aunque sus producciones no siempre fueron bien recibidas por la crítica. A pesar de ello, Martínez se mantuvo firme en su pasión por el cine y se dedicó por completo a la creación de películas, incluso vendiendo propiedades para financiar sus proyectos.

Sin embargo, a medida que avanzaba su carrera, las dificultades personales comenzaron a afectar su salud y su vida profesional. En 1990, sufrió la trágica pérdida de su hijo Víctor Manuel, quien, al igual que su padre, había seguido el camino del cine. Este doloroso acontecimiento afectó profundamente a Martínez, quien se alejó de los sets de grabación y cayó en una grave depresión. En medio de su duelo, su salud empeoró, y fue diagnosticado con una infección pulmonar que se había agravado por las malas condiciones en las que había estado durmiendo en un camerino con problemas de humedad. A pesar de someterse a varios tratamientos, su salud no mejoró y, en 1992, el actor sufrió un infarto que acabó con su vida el 26 de agosto de ese mismo año.

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El adiós de Arturo Martínez fue triste y casi en completo silencio. Pese a su extensa trayectoria en la industria, no recibió un homenaje digno de su legado. La familia decidió incinerar sus restos y trasladarlos a una cripta familiar, donde descansaría junto a su hijo. El actor que había sido un villano en la pantalla, que había dejado su huella en casi 200 películas y que había trabajado incansablemente tanto como actor, director, productor y guionista, se despidió sin recibir el reconocimiento que merecía. Solo su familia se encargó de preservar su memoria.

La industria del cine mexicano no lo recordó como se debía, a pesar de su notable impacto en la época de oro del cine nacional. Incluso la empresa que fundó, Producciones Potosí, sufrió disputas internas entre sus hijos, lo que terminó alejando a la familia de los reflectores. Sin embargo, el legado de Martínez continúa en el trabajo de sus hijos, quienes, inspirados por su talento y dedicación, continúan en el mundo del cine. La memoria de este actor, aunque oscurecida por el olvido, sigue viva en los corazones de los fans que lo recuerdan como uno de los grandes villanos del cine mexicano.

La vida de Arturo Martínez, marcada por el éxito, el dolor y la tragedia, es un reflejo de las dificultades que muchos actores enfrentan al caer en el olvido tras haber sido grandes estrellas. A pesar de sus últimos años oscuros, su legado perdura, y su nombre sigue siendo parte de la historia del cine mexicano.