¡Me inscribí en un experimento de la Dark Web y he estado atrapado en completo aislamiento durante años!

Deep Web: mitos y verdades de la zona oscura de Internet

Hace cinco años, estaba buscando algo diferente en la vida. Había leído historias sobre cómo algunos individuos se aventuraban en la Dark Web para participar en experimentos extraños, con la promesa de recompensas o poder acceder a conocimientos prohibidos. Un anuncio que vi en un foro oscuro me llamó la atención: “Únete a nuestro experimento de aislamiento total. Premio: 1 millón de dólares. Experiencia única.”

El mensaje sonaba intrigante, pero no pude resistirme a la promesa de obtener una recompensa por algo tan raro y audaz. Sin pensarlo mucho, hice clic en el enlace. Inmediatamente, se me pidió completar una serie de formularios extraños y firmar un acuerdo que renunciaba a varios derechos, incluyendo mi privacidad y libertad para abandonar el experimento. Acepté, confiado en que todo sería una especie de prueba psicológica emocionante.

Lo que no sabía era que este “experimento” era una trampa. El día que llegué al lugar acordado, era un edificio gris, sin ventanas, apartado de la ciudad. Dentro, me esperaba un individuo con un rostro cubierto por una máscara. Apenas me dieron tiempo para preguntar algo antes de que me condujeran a una habitación pequeña, con paredes grises y una silla fija en el centro. Me dijeron que no debía salir ni hablar con nadie. Me entregaron una caja con comida básica y un teléfono, pero con la advertencia de que solo podía usarlo una vez al mes para hacer preguntas.

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Al principio, me parecía un juego. Los días pasaban lentamente, pero lo soportaba. Sin embargo, pronto comencé a notar cosas extrañas. Las luces parpadeaban sin razón aparente, y de vez en cuando, escuchaba susurros provenientes de las paredes. Algo no estaba bien, pero ya estaba atrapado. Cada mes, me conectaba al teléfono y llamaba para preguntar cómo iba todo, pero las respuestas eran vagas y evasivas. Me decían que debía continuar, que esto era parte del proceso.

Con el paso de los meses, la comida escaseaba, las visitas se volvían más raras, y la sensación de estar siendo observado se intensificaba. Ya no estaba seguro de si estaba solo o si había alguien más en ese oscuro lugar, pero cada sonido, cada crujido, me hacía pensar que no estaba completamente aislado.

Han pasado años desde entonces. Mi vida se ha vuelto una rutina monótona y aterradora. He perdido la noción del tiempo y, lo peor de todo, ya no sé si alguna vez podré salir. El teléfono ya no funciona, y los pocos objetos que me quedan son cada vez más inútiles. La desesperación y el miedo me han consumido, pero sigo esperando esa llamada, esa pequeña chispa de esperanza que me diga que todo terminará.