La historia secreta de la vida de Rafael: Las memorias de su cocinera personal

Después de 34 años de silencio, María Dolores Ruiz, quien fuera la cocinera personal de Rafael, rompe su silencio y revela secretos nunca antes contados sobre uno de los artistas más emblemáticos de la música española. En una entrevista exclusiva, compartió recuerdos íntimos de su relación con el cantante, su familia y la vida en la mansión donde trabajó durante más de tres décadas.

María Dolores, quien ahora tiene 78 años, decidió hablar después de tanto tiempo guardando sus recuerdos, tras la muerte de varias personas cercanas a la historia. Aunque prefiere mantener su anonimato por razones personales, las revelaciones que hace no solo cambiarán la percepción del público sobre Rafael, sino que también arrojarán luz sobre episodios oscuros de su carrera y su vida personal.

En la tranquila mañana de enero de 2025, María Dolores, sentada en su mecedora, comenzaba a escribir en su cuaderno azul, el cual guardaba con cariño. La mujer rememoraba con nostalgia aquellos días de 1991, cuando comenzó a trabajar en la casa de Rafael. Era una viuda de 44 años, necesitada de un empleo para mantener a sus hijos. El trabajo en la mansión de Rafael fue, para ella, una bendición que cambió su vida.

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Desde el primer día, la relación con el cantante fue cálida y familiar. Rafael, conocido por su carácter afable, se comportaba con todos sus empleados con mucha amabilidad. Las mañanas eran especialmente cálidas, cuando Rafael, aún en pijama, entraba a la cocina para pedir su café especial, fuerte y con canela. María Dolores recuerda aquellos momentos con cariño, las risas compartidas en la cocina y las fiestas navideñas en las que todos los empleados eran tratados como parte de la familia.

Lo que más impresionaba a María era la sencillez de Rafael. A pesar de su fama, era un hombre que se levantaba temprano para pasear por el jardín y disfrutar de la tranquilidad antes de que el mundo despertara. A veces, en sus días más cansados, tras regresar de un concierto, aún mantenía la rutina de levantarse temprano. Durante esos momentos, María Dolores preparaba su café favorito, tres cucharadas de café molido con agua caliente, una mezcla que él consideraba esencial para recargar energías.

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Uno de los recuerdos más entrañables de María Dolores fue la vez en que Rafael, con su bata y cabello despeinado, entró a la cocina para pedirle que le preparara churros con chocolate. A pesar de su fama y éxito, nunca dejó de ser una persona sencilla y espontánea. El cantante también tenía una gran pasión por la cocina, especialmente por los platos que su madre solía preparar. María Dolores relata con cariño cómo Rafael intentaba replicar recetas familiares, como el gaspacho, aunque con resultados desastrosos.

Las mañanas de domingo eran especialmente importantes para la familia de Rafael. Mientras la casa estaba tranquila y los niños descansaban, Rafael y María Dolores compartían momentos íntimos en la cocina. Era el momento en que él le contaba historias de su infancia en Linares, su ciudad natal, y cantaba canciones antiguas. La música siempre estuvo presente en su vida, y las conversaciones en la cocina eran una extensión de su pasión por la música.

María Dolores también revela detalles sobre los rituales que Rafael tenía antes de sus conciertos. Tres horas antes de cada presentación, el cantante debía comer exactamente siete almendras acompañadas de una sopa especial que María Dolores preparaba. Esta costumbre, que parecía peculiar para muchos, era parte de su preparación para los conciertos. Según él, las almendras y la sopa de zanahorias y apio eran mágicas para mantener su voz en las mejores condiciones.

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Además, la relación de Rafael con su esposa, Natalia, era un ejemplo de amor y dedicación. Cada mañana, Rafael se levantaba temprano para recoger una flor del jardín y dejarla en el lugar donde Natalia solía desayunar. Este pequeño gesto, repetido a lo largo de los años, era una manera de expresar su amor. María Dolores recuerda con cariño cómo Natalia reaccionaba cada vez que recibía una nueva flor, como si fuera el primer día.

Uno de los aspectos más sorprendentes de la vida de Rafael que María Dolores comparte es su amor por la jardinería. En el patio de la mansión, Rafael cultivaba un huerto de hierbas aromáticas, como menta y albahaca, que utilizaba para sus platos. María Dolores lo recuerda agachado, cuidando sus plantas con una dedicación que contrastaba con la imagen de la estrella mundial que todos conocían.

La vida de Rafael no estuvo exenta de momentos difíciles, como cuando tuvo que someterse a una cirugía de hígado en 2003. Durante su recuperación, María Dolores preparaba comidas especiales para él, con ingredientes seleccionados para ayudarle en su proceso. A pesar del dolor y la debilidad, Rafael nunca dejó de luchar por su salud y por su familia.

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A través de los ojos de María Dolores, vemos a un Rafael diferente, más humano, alejado de la imagen del famoso cantante. Un hombre sencillo, preocupado por su familia, amante de la cocina y dedicado a su música. Las historias que ahora comparte no solo muestran al artista, sino también al hombre detrás del escenario, un hombre que, a pesar de su fama, nunca perdió su esencia y siempre valoró las pequeñas cosas de la vida.

El testimonio de María Dolores Ruiz es una ventana a la vida privada de uno de los artistas más queridos de España. Su relato, lleno de cariño y nostalgia, nos permite conocer un lado desconocido de Rafael, un hombre que, en su cocina, compartió risas, canciones y recuerdos que perdurarán para siempre.