Mi Cuñada Me Pidió Usar Mi Bañera Mientras Estaba Fuera—Lo Que Encontré Al Regresar Me Dejó Sin Palabras

 

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Nuestro Camino Hacia la Casa de Nuestros Sueños

Antes de que mi esposo y yo construyéramos nuestra nueva casa, vivíamos en una casa modesta que algunos familiares ridiculizaban por ser vieja y pequeña. Ni siquiera nos invitaban a las reuniones familiares, asumiendo que éramos “demasiado pobres” para encajar.

Después de seis años de ahorro y trabajo arduo, finalmente construimos la casa de nuestros sueños sin pedir dinero prestado a nadie, excepto por un pequeño crédito del banco. Queríamos evitar malentendidos o rumores, así que no aceptamos ayuda financiera de nuestras familias.

Vivir en un pequeño pueblo hizo que los costos de construcción fueran mucho más bajos que en una ciudad grande. En solo cuatro meses, la casa estuvo lista, y cada detalle—desde los azulejos hasta los árboles del jardín—fue elegido por nosotros.

Cuando la casa estuvo lista, los familiares y vecinos de repente comenzaron a encontrar excusas para visitarnos. Al principio, disfrutamos organizando una pequeña fiesta de inauguración, pero las visitas interminables y las constantes expectativas de comida gratis comenzaron a agotarnos. Apenas teníamos suficiente dinero para cubrir los gastos de la casa, mucho menos para entretener a tanta gente. Para reducir las visitas, comenzamos a inventar excusas, como decir que el bebé estaba enfermo o que estábamos ocupados, aunque algunos familiares se resentían por ser “poco acogedores.”

Las Críticas de Mi Cuñada

Entre nuestros mayores críticos estaba mi cuñada, una estudiante universitaria que constantemente nos menospreciaba. A menudo nos llamaba “conformistas” y nos acusaba de no trabajar lo suficiente para tener éxito, como otros que ya tenían casas y coches.

Peor aún, comenzó a esparcir rumores de que yo gastaba todo el dinero de mi esposo en ropa y maquillaje. ¡Si tan solo supiera lo ajustado que está nuestro presupuesto! Cada mes luchamos por cubrir las cuentas, la guardería del bebé y otros gastos esenciales. Mi guardarropa está compuesto por ropa vieja, y la última vez que usé maquillaje fue hace tres años, con un labial que mi esposo me regaló.

En cambio, mi cuñada vive de manera extravagante. Consentida por sus padres, derrocha en ropa, accesorios e incluso un perro de raza pura que presumió haber comprado por más de $10,000. Frecuentemente regresa de la ciudad con el cabello teñido de colores brillantes y con conjuntos que parecen sacados de una pasarela. Me desconcierta cómo mis suegros, que siempre se quejan de las dificultades económicas, le permiten vivir como si fuera una reina.

Su perro es su orgullo y alegría, y a menudo sube fotos con él en redes sociales, diciendo: “Prefiero tener un perro que un novio—los perros son más bonitos y sin drama.”

El Descubrimiento

Mi cuñada me pidió usar mi bañera mientras no estaba en casa, y no pensé nada al respecto. Acepté, asumiendo que sería un favor sencillo. Pero cuando regresé, quedé absolutamente sorprendida con el desastre que dejó atrás.

El baño estaba inundado, había pelos de perro por todas partes y jabón derramado por el suelo. Para empeorar las cosas, dejó la ventana completamente abierta, y el viento arruinó unas toallas nuevas que tenía colgadas para secar.

Cuando la confronté y le pedí que asumiera la responsabilidad de los daños, mi suegra lo minimizó, diciendo: “No es gran cosa, los jóvenes hacen desorden.” Esto me hizo darme cuenta de que, en esta familia, todos excusan el mal comportamiento de mi cuñada, mientras que yo siempre soy vista como la villana.

El Último Golpe

El incidente con la bañera fue la gota que colmó el vaso. Mientras yo he trabajado duro para crear un hogar cómodo para mi familia, mi cuñada parece pensar que puede faltar al respeto a mi espacio sin consecuencias. La falta de responsabilidad y las excusas constantes de mis suegros solo empeoran las cosas.

Me he dado cuenta de que, por más esfuerzo que ponga en mantener la paz, siempre seré vista como la forastera en esta familia, mientras que mi cuñada sigue saliéndose con la suya.