10 años cuidando a mi madre enferma, el día que vendió la tierra y le dio todo el dinero a mi hermano menor, solo supe decir una frase amarga

Hace diez años, debido a la mala salud de mi madre (de 70 años) y el hecho de que vivía sola, decidí traerla a la ciudad a vivir con mi esposo y conmigo. Mis dos hermanos estaban en pleno proceso de emprendimiento y no tenían tiempo para cuidar de ella, por lo que ella vino a vivir con nosotros. Desde entonces, ha vivido con nosotros durante más de diez años.

En su pueblo, mi madre tenía una casa vieja de 100 metros cuadrados y dos hectáreas de terreno. Este año, inesperadamente, la zona fue elegida para la construcción de una autopista, lo que le generó una compensación económica de aproximadamente 3.4 millones de pesos. Algo tan importante, pero ni ella ni mis hermanos mencionaron ni una palabra al respecto. Los tres lo manejaron todo de manera discreta, a través del teléfono.

Cuando todo estuvo resuelto, mis hermanos vinieron a visitarla, pero en realidad traían los documentos para que mi madre los firmara y así recibir el dinero de la indemnización. Casualidad o no, escuché una conversación entre mi madre y mis hermanos que me dejó completamente sorprendida.

“Ustedes divídanse y tomen todo el dinero de la indemnización. Los hijos varones son los herederos de la casa, las hijas ya no somos parte de la familia una vez casadas”, dijo mi madre en susurros a mis hermanos, antes de firmar y cederles toda la herencia.

Al escuchar esas palabras, me sentí completamente desolada, como si mi madre me considerara una “extranjera” en su vida.

Esa noche, no pude dejar de sentirme herida. Durante varios días no pude dormir por pensar en lo que había sucedido. Después de mucho darle vueltas, decidí hacer algo que sorprendería tanto a mi madre como a mis hermanos.

El fin de semana, le dije a mi madre: “Mamá, hoy es fin de semana, ¿por qué no vamos a visitar a tus dos hijos? Hace mucho tiempo que no los ves”. Mi madre, al escuchar esto, se alegró mucho. Se apresuró a recoger sus cosas, no olvidó su abrigo, y salió de casa con nosotros, contenta.

Mis hermanos vivían en el mismo complejo de apartamentos. Cuando llegamos, mi hermano menor abrió la puerta y comenzó a regañarme: “¿Por qué no avisaste antes? Así podría haber ido al mercado”.

Yo respondí: “Pregúntale a mamá qué quiere comer y ve a comprarlo, nosotros tenemos un asunto urgente que atender, así que no comeremos aquí”.

Luego de dejar a mi madre en su casa, mi esposo y yo nos marchamos. Al salir, le pedí que nos llevara directo a la autopista, sin mirar atrás, y regresamos a la ciudad.

Alrededor de las 4 de la tarde, mi madre me llamó, despertando de su siesta, y preguntó cuándo íbamos a regresar por ella. Le respondí de manera directa: “Ya hemos vuelto a la ciudad, y por ahora no regresaremos por ti. Puedes quedarte tranquila en casa de tus hijos”.

Mi madre, sorprendida, preguntó: “¿Qué pasa? Cuando llegamos todo estaba bien, ¿por qué me dejan aquí?”

Le dije con firmeza: “He hecho todo lo que podía por ti, pero nunca seré más importante que tus hijos. Te he cuidado durante 10 años, mi esposo y yo te hemos dado todo lo que teníamos. Sin embargo, vendiste la tierra y la casa, y ni siquiera nos lo dijiste. Ahora te has quedado con tus hijos y no quiero interferir más. Soy una hija casada y no tengo por qué seguir aquí”.

Mi madre, al parecer, dejó el altavoz encendido, porque en ese momento mi hermano menor agarró el teléfono y comenzó a gritarme: “¡Hermana! No estás haciendo lo correcto. Mamá estaba bien en tu casa, ¿por qué la dejas aquí de repente? ¿Cómo le voy a explicar esto a mi esposa? ¡Vuelve a por ella, cuidar de mamá es tu responsabilidad! ¡Ya no estamos en la época antigua, la igualdad de género ha llegado!”.

Yo le respondí calmada pero firme: “Cuando mamá dividió la herencia, ¿fue justo? ¿Pensó en su hija o solo en los varones? Ahora hablas de igualdad, ¿y qué hay de los 10 años que pasé cuidando de ella? Ahora es el turno de ustedes. Cada uno de ustedes debería encargarse de mamá durante 10 o 20 años y luego venir a verme”.

Mi hermano replicó: “El dinero es algo que mamá nos dio voluntariamente, si no tienes lo que necesitas, ve a pedírselo a ella. ¿Qué tiene que ver conmigo?”.

Al escuchar esto, me sentí profundamente decepcionada. Ya no quise seguir discutiendo más. Durante los días siguientes, mis hermanos llamaron insistentemente para decirme que mi madre estaba muy afectada, que no quería comer y que se había quedado en shock por mis palabras. Mi hermano insistió en que debía disculparme y llevar a mamá de regreso, pero aún estaba muy molesta, así que me negué rotundamente.

En realidad, no soy una persona materialista, lo que más me dolió fue la falta de justicia en el trato que recibí de parte de mi madre. Si ella hubiera hablado conmigo antes, si no me hubiera hecho sentir que era una “extraña” en su vida, tal vez todo habría sido diferente. Ahora, he decidido dejarla en la casa de mis hermanos para que la cuiden, pero no puedo evitar preguntarme si lo que hice fue lo correcto. A pesar de todo, he decidido que no la voy a traer de vuelta a mi casa, aunque mi corazón sigue con una gran sensación de insatisfacción.